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—¡NO! ¡Es una tremenda estupidez!— gritó eufórica pansy —¡y tú Harry Potter! —señaló al elegido mientras el solo daba unos cuantos pasos atrás —¡¿debiste de decirle que es una mala idea?!

—en mi defensa no me dijo nada

—ajá si, lo que digas— suspiró —se que la extrañas Draco, créeme que yo también lo hago, pero debes de enfocarte en tu hija, ella la está pasando mal y debes de superarlo.

—ya está decidido pansy— respondió firmemente, sus ideas eran claras y no dejaría que lo convencieran de lo contrario, si era necesario movería cada piedra, cada grano de arena, cada criatura por lograr su objetivo, sabía que nada sería fácil pero no perdía nada intentándolo.

—bien, me canse, me canse de tratar de protegerte y que tu no tomes mi opinión en cuenta, has lo que quieras pero no metas a Harry ni a mi en tus asuntos, no somos niños, tenemos familia y voy a protegerla a como de lugar... aunque para eso tenga que alejarme de mi hermano lo are. Buenas noches señor Malfoy.

Le dolió, habían crecido juntos, habían superado la Guerra juntos, habían vivido cada batalla interna juntos y ahora simplemente daba fin a su amistad, escuchó un crac en el pecho, quería gritar de la impotencia y decirle a todo el mundo que se podía ir al mismo infierno si se interponía en su camino.

—que pase una agradable velada señora Potter— sin más se levanto del sillón y camino a paso seguro como quien modela a través del largo pasillo que se dirigía a la salida, cada paso dolía, el eco de las pisadas sólo le recordaba que dejaba a su hermana atrás, que no la volvería a ver...

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Un mes, un mes había pasado desde que para Pansy era solo un extraño, las pocas veces que cruzó palabra con ella fue para decir "buen día" y continuar con su camino rumbo al departamento de misterios.

Con Theo las cosas habían mejorado considerablemente, lovegood tenía un poder del convencimiento magnífico capaz de hacer el sujeto más terco -después de él- diera su brazo a torcer y pidiera perdón.

El giratiempo contaba con varios cambios en su estructura aunque aún fallan, sentía que estaba cada vez más cerca de perfeccionarlo.

—papi tengo sueño ¿me lees un cuento?— la pequeña rubia froto sus ojitos y acurruco su cabeza en el hombro de su padre.

—Te contare un cuento nuevo ¿quieres princesa?— la miro asentir y le regalo un beso en la coronilla, había decidido hacer de su hija la joya más preciada, sus ojos chocolate le recordaban tanto a su amada...

La arropó, se sentó a un lado de la celeste cama y comenzó a acariciar los finos cabellos rizados de la niña.

—había una vez un hurón, uno albino, que quería ser príncipe y un día una hermosa princesa que lo encontró y lo llevo a su palacio, el hurón conoció la felicidad aunque ella era muy testaruda y necia, además no era como las anteriores princesas que el hurón había conocido, las anteriores princesas eran chicas florero, y ella era... poco usual, de las que prefieren un buen libro, de las que prefería tomar chocolate caliente en lugar de ir a una fiesta, de las que no se preocupaba por su aspecto físico y creía fielmente en el amor verdadero igual que en los libros que tenía, de las que quería ser aceptada tal y como era, al hurón eso le gustaba pero no dejaba de ser un hurón así que no tenía oportunidad, ella siempre le hablaba de todo lo que pasaba en el palacio, un día le contó que uno de los sirvientes del lugar la estaba cortejando y que le gustaba, eso le dolió un poco al hurón, también le contó que tenía una muy buena amistad con el guardia de su habitación y que el pobre estaba medio ciego, otro día le contó que el joven que la cortejaba era una buena amistad confundía con amor, lo dejaron como era antes del suceso y siguieron siendo buenos amigos.

Entre el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora