3. Segundas vienvenidas

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Capítulo 3. Una segunda bienvenida

Mabel

Caminaba sola por un bosque, a lo lejos se veía algo oculto en la oscuridad del lugar.

Iba andando torpemente y tenía los ojos entrecerrados. Quitaba con brusquedad las hojas y ramas que se encontraban en mi camino impidiéndome continuar.

Cada vez estaba más cerca de descubrir aquello que se encontraba en el fondo de todo, abrí lo ojos para apreciar qué era lo que creía ver.

Quise correr para llegar más rápido, pero no podía, era como si estuviera corriendo en la dirección contraria de una escalera mecánica, me encontraba en el mismo punto y por muchos pasos que intentase dar, era inútil.

Era una sensación extraña, y me frustraba mucho sentir esa impotencia. Intenté gritar de rabia, pero no funcionó. La voz no salía de mis cuerdas vocales, y mis pies estaban pegados al suelo.

Me estaba agobiando, no podía hacer nada.

Poco a poco el lugar se hacía más y más oscuro, apenas podía ver las ramas de los árboles, a pesar de que tenía los ojos abiertos de par en par.

De repente me deslumbró un destello de luz.

Parecía haber sido un sueño, el mismo que tenía cada noche y no entendía por qué. Muchas preguntas vinieron a mi mente pero ninguna pude responder.

Cuando dejé de pensar en aquella pesadilla, me levanté y cerré fuertemente los ojos porque otro rayo de sol fue directo a mis pupilas.

Caminé con cuidado y me di cuenta de que estaba en una librería muy bonita, a pesar de las telarañas y polvo que se encontraban en cada parte de ella. Nunca había visto nada igual, era antigua y tenía una escalera en el centro en forma de caracol que llevaba a la segunda planta.

Las estanterías, escaleras y todo lo que había dentro de ese lugar, estaba hecho de madera, eran de un caoba muy intenso y habían pequeñas ilustraciones grabadas en ellas (unos patrones muy bonitos, con formas florales y demás).

Decidí salir a que me diera el aire y, a lo lejos vi algo, a alguien más bien.

Conseguí acercarme sin hacer ruido, era el chico de anoche.

Estaba sentado en una rama de un árbol y se mantenía recostado sobre el tronco. La rama parecía resistente porque lo estaba sosteniendo a la perfección.

Y por lo visto estaba leyendo un libro, al menos no solo era un idiota, también leía, no podía ser todo malo.

Aún tenía el pelo húmedo, y me negaba a tener este tipo de pensamientos pero se veía muy sexy.

—¿Me estás espiando? —dijo tan tranquilo mientras mantenía su vista en el libro.

—Ha —di una carcajada —más quisieras.

—¿Entonces qué se supone que haces ahí parada?

—Apreciaba el paisaje.

—¿Y el paisaje soy yo? —dijo mientras levantaba la mirada y sus ojos verdes se posaban en mi.

—Tienes el ego muy subido, baja de las nubes anda.

—Mejor me bajo del árbol.

De repente dio un salto y bajó.

—No se puede leer un libro tranquilo —murmuró mientras pasaba por mi lado.

—Egocéntrico —refunfuñé en un susurro.

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