2. Cotilla y ladrona

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Capítulo 2. Cotilla y ladrona

Mabel

—Voy a ganarte esta vez, y lo sabes.

—De eso nada monada —la miré con una mirada retadora.

—¿Quieres apostar? —dijo mientras me mantenía la mirada.

—Oye Grace, llevas intentado ganarme prácticamente toda tu vida —dije entre risas. Pobre ilusa, no había quien me ganara al ajedrez.

—No entiendo como puedes ser tan buena en esto y luego sacarte esas notas en mates —dijo mientras meneaba la cabeza como si dijera "hay señor quien la entienda será afortunado/a".

—Creo que nunca comprenderé las ecuaciones y menos las de segundo grado —esto es enserio, no se quien las inventó, pero me gustaría sacarlo de la tumba y cantarle las cuarenta, luego despedazarlo y después volverlo a enterrar. Lo sé, eso ha sonado un tanto psicópata.

—Las ecuaciones no son tan difíciles como crees, solo hay que pillarlas, además son muy útiles —dijo concentrada en el tablero de ajedrez.

—Discúlpeme gran sabia —dije con sarcasmo, había que admitir que era un ratón de biblioteca, Grace era la típica chica estudiosa, al contrario que yo, lo único que teníamos en común era nuestro afán por la lectura.

—Disculpas aceptadas —dijo con un falso tono de suficiencia.

—Y... jaque mate.

—¿Qq-que? ¿Cómo? ¿Cuándo? —Grace estaba perpleja, su cara era la misma siempre que acabábamos de jugar, reflejaba confusión y asombro.

—La que está sorprendida soy yo, ¿cómo puede ser que te sigas asombrando de esa manera? Llevamos años jugando y no recuerdo haber perdido ni una vez. Deberías acostumbrarte.

—Hace un momento acababa de sacar a mi primer peón.

—Bravo, has aprendido su nombre— empecé a reírme —antes lo llamabas peo —estallé de la risa y segundos después Grace me siguió. Mi risa era de esas contagiosas, igual que la de mi madre.

Tras una segunda victoria decidimos despedirnos porque se estaba haciendo tarde.

Hoy era el día perfecto para ir al bosque, luna llena, noche tranquila, una suave brisa...

Además estaba impaciente desde ayer, a quién engaño diciendo que voy a ir el miércoles.

Me dirigía a paso ligero a la única parada de tren que había donde vivía, estaba atravesando el gran parque del pueblo, rodeado de árboles. A menudo iba con Grace a jugar al ajedrez, utilizábamos unas mesas que habían con tableros incorporados. Era un sitio tranquilo, solían ir niños acompañados de sus padres y en la zona de las mesas, mayormente se encontraban ancianos que practicaban el juego mientras charlaban y se echaban unas risas.

Avisé a mi madre, no creeréis que soy tan tonta de largarme sin avisar, no quiero que se me quede la chancla incrustada. Le dije que iba a la biblioteca a leer algunos libros. No sabía que habría en ese bosque ni cuanto tiempo me llevaría descubrir que escondía.

Mientras me reponía de la caminata en el tren, observé que unas nubes se acercaban, se veían bastante grandes y de un gris oscuro. Di por hecho que solo traerían con ellas unas cuantas gotas.

Llevaba un tiempo recorriendo una pequeña parte del bosque.

Las hojas secas hacían ligeros crujidos cada vez que daba un paso, a lo lejos se escuchaba el ulular de un búho, también se oía algún trueno de vez en cuando, estaba empezando a dudar de mi suposición.

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