|•|
Ava Leicen Romanov
1/02/1870
Es una mañana como cualquier otra, me encuentro bajando los escalones, en camino asía el comedor para desayunar con mi familia, las criadas me despertaron temprano por qué hoy es mi primer día de las lecciones reales después de las vacaciones.
Estoy vestida con uno de esos incómodos y enormes vestidos, en esta ocasión es de color amarillo y su estampado es de flores de distintos colores, como rosa pálido, azul y blanco, mi rizado cabello está suelto, pero bien peinado, con mi tiara siendo el único adorno, mi cuello luce un estupendo collar de diamantes blancos y para concluir mi sencillo atuendo, unos tacones (no tan altos) de color plata.
Me apresuro a llegar al comedor y cuando por fin cruzo el largo pasillo veo la mesa del comedor extrañamente no hay nadie en ella, a un lado de la mesa solo se encuentran dos criadas y el mayor domo Patriccío, camino hacia la mesa al lado de ese gran ventanal que deja entrar mucha luz natural y me siento en mi respectivo puesto.
—y mis padres?— pregunto por qué cuando bajo ellos ya están esperándome para desayunar juntos.
—lo lamento mucho joven Ava, pero sus padres no la podrán acompañarla en esta mañana por cuestiones de labor real—dice Patriccío con tono refinado y educado mientras se acerca a mí—tuvieron que salir a firmar unos documentos importantes—
—está bien, supongo que los veré a la hora del almuerzo—digo tratando de ver el lado positivo
—me perdonará usted, pero avisaron que comerán con la duquesa Adelaida, por lo cual no se encontrarán en el palacio— dice en tono penoso
—ya... Veo...—arrastro mis palabras mientras pienso el por qué estarán planeando comer con mi tía Adelaida y no estaré incluida en ese almuerzo—¿al menos sabes si los veré en la cena, patricio? —pregunto
—según tengo informado si, señorita—
—comprendo. ¿Entonces que hay para desayunar? —pregunto dejando el tema así.
—tenemos la selección de huevos perfectamente cocidos a las variantes temperaturas, ¿Cuál desea probar hoy? —dice haciendo un ademán con su brazo para mostrarme las dos filas de huevos posados en unas copitas especiales.
Observo cada uno con su etiqueta que marca la temperatura y me decido por algo no tan blando.
—el número sesenta y dos estará bien—mi tono de vos es educado y amable
—excelente elección—camina hacia el huevo con la temperatura de sesenta y dos grados, lo toma y lo sirve en mi plato.
—gracias, patriccío—
—es un placer señorita—hace una reverencia y se aleja para dejarme desayunar tranquila.
Minutos después de terminar con mi desayuno me dispongo a ir hacia la entrada del castillo, dónde mi coche está esperando para conducirme al lugar construido para las lecciones reales para los jóvenes aliados del reino.
ESTÁS LEYENDO
fragmentos de mi
RandomEl bien y el mal: esas son los dos caminos en los que siempre se dividen nuestras vidas, son las bases de la humanidad, tu decides hacer el bien o el mal, pues bien ¿Que ocurre cuando nosotros no podemos decidir entre esas dos opciones? ¿Que pasa si...