Capítulo 26

9.2K 745 14
                                    

La miro directamente a los ojos, con cara de horror y la boca medio abierta de la sorpresa. 

- Lo siento, pero no, Catalina. No te amo, me preocupo por ti como amiga o al menos lo hice. ¡Pero no siento por ti lo que tu sientes por mi! -

- ¡Mi madre tenía razón! ¡Soy una estúpida! ¡Nadie me amará nunca! - grita Catalina.

- Catalina, por favor cálmate. Estás empezando a asustarme. -

Digo estas palabras mientras me pongo en pie, poniendo la canasta de Alice detrás mío.

- ¡Eres demasiado rara, Catalina! ¡Eso es lo que ella dijo! ¡Rara! - ella sigue alzando la voz, eso hace que se me erice el vello.

- Por favor, Catalina. Solo déjame ir. No llamaré a la policía, lo juro. - digo con la voz calmada, intentando calmarla.

- ¡No, no, no, no! ¡Todo esto está mal! ¡Esto es Lisa otra vez! - 

- No sé lo que eso significa. - digo firme.

- Yo era joven. Catorce años. No, quince. No catorce. - dice intentando recordar, pensativa, inundada en su propio mundo. - Lisa era mi mejor amiga. Se había mudado a nuestra escuela ese año. Tenía unos rizos largos y rojos, ella era tan agradable, fue la primera chica que fue realmente amable conmigo. Nunca nadie fue amable conmigo, siempre se metían conmigo, pero Lisa no lo sabía o al menos no lo vio. Ella era nueva en la escuela, incluso cuando las otras chicas le dijeron que no fuera mi amiga, no me importó. -

- Suena a que era una chica muy dulce. -

- Me recuerdas mucho a ella. La forma en que me trataste. ¡Me diste un trabajo, me invitaste a Londres para estar contigo! -

- Era solo un simple trabajo de secretaria, Catalina. Y sobre lo de Londres, quería que trabajaras conmigo porque te prefería a ti antes que a una desconocida. - 

- Te comportas como Lisa. Recuerdo cuando finalmente iba a decirle que la amaba. Lo tenía todo planeado. Me puse mi mejor vestido. Me corté el cabello para que se viera más fresco y renovado. Cuando fue el momento, me acerqué a ella y le dije cómo me sentía, e intenté besarla... Pero me apartó. - Catalina mira al suelo, con dolor en su cuerpo.

- Lo siento mucho, Catalina. El amor joven es difícil para todos, no siempre sale como queremos. -

- Así que cuando me contrataste y empezamos a salir juntas... Supe que me amabas. ¡Aunque nunca lo admitirías! -

- No, Catalina... No estás bien... -

- He pensado en nosotras, juntas. La vida que tendríamos, ¿No quieres ver lo increíble y preciosa que será? Solo tú y yo, y por supuesto nuestra hermosa bebé. -

- No es tu bebé. ¡Es mío y de Aiden! - esta vez he vuelto a alzar la voz con rabia.

 Catalina golpea la pared, con el puño cerrado, y con cara de rabia.

El golpe ha sido tan seco y fuerte que me tenso del miedo.

- ¡No vuelvas a decir ese nombre! Me amas, Leah. Sé que me amas. Solo estás asustada, ¿verdad? -

- No, Catalina. Estás enferma, necesitas ver a un médico. -

- Soy la mejor versión de mi en estos momentos. Todo está tan claro ahora. Tú y yo vamos a estar juntas. -

- Catalina, no. -

- Nos vamos a casar y a vivir en esta casa, vamos a criar a nuestra hija y a hacer un millón de recuerdos felices. Tú y yo, juntas, felices y para siempre. -

 - ¡Catalina, no te amo! - grito.

Furiosa por mis palabras, Catalina agarra un jarrón de una estantería cercana y lo arroja a la pared, no muy lejos de mi.

Instintivamente protejo con mi cuerpo la canasta en la que está Alice, y me estremezco ante el ruido y lo desequilibrada que está Catalina.

Tengo que calmar a Catalina o en un arrebato de ira podría hacerle daño a Alice.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡No quería molestarte! -

Alice sigue gritando y sollozando.

Intento consolarla, pero no se detiene, está roja y no deja de moverse.

- Tiene hambre. La bebé debe estar hambrienta, necesito alimentarla. -

- Tengo una almohada para alimentarla justo ahí. Confía en mí, he pensado en todo. Tú y yo podríamos vivir aquí cómodamente durante meses, tranquilamente y alejadas de la gran ciudad. -

 Necesito encontrar una manera de sacar a Catalina de la habitación, aunque sean tres minutos.

- Catalina, ¿Crees que podrías darme un vaso de agua? Tengo mucha sed. -

Ella me mira con cara de desconfianza.

- Está bien. Pero ni se te ocurra pensar en moverte. Ahora mismo vuelvo, y cuando vuelva, podremos planear nuestro futuro juntas. - dice con una sonrisa de oreja a oreja.

Catalina sale de la habitación.

Escucho sus pasos mientras poco a poco se vuelven más débiles.

Todavía me tiene que estar esperando el chófer, lo único que tengo que hacer es salir e irme.

 No debe ser complicado, agarro a Alice y me subo al coche.

Tengo que correr el riesgo.

No puedo quedarme aquí más tiempo.

Respiro hondo, agarro las correas de la cesta de Alice y sin pensarlo un segundo, salgo corriendo.

Justo he salido de la casa, solo me falta buscar el coche.

- ¿Adónde crees que vas? ¡No me vas a dejar! - Catalina grita y lanza el vaso de agua al suelo.

No soy lo suficientemente rápida y Catalina me alcanza y me arrastra por el suelo, del pelo.

- ¿Qué te dije? ¡Dije que no te muevas! - grita con ira.

Ella me agarra del brazo y me lo retuerce dolorosamente a la espalda, mientras Alice empieza a gritar.

Como puedo, y con dificultad, alejo la canasta de Alice con el pie, tan suavemente como sea posible, alejándola del peligro.

- ¡Mi brazo! ¡Me estás haciendo daño! ¡Déjame! - grito de dolor.

- ¡No sabes lo que es el dolor! ¡Ninguno de vosotros lo sabe! ¡Pero os lo voy a mostrar! ¡No deberías haber intentado dejarme, no me dejarás nunca más! ¡Nunca! -

Aún agarrándome del brazo, Catalina empieza a arrastrarme de vuelta a la casa.

- ¡Ya no puedo confiar en ti! ¡Tendré que atarte! -

Este es mi final, está loca.

A saber que clase de atrocidades me hará, quizá hace desaparecer a Alice o qué sé yo.

Como último recurso, empiezo a gritar a todo pulmón.

- ¡Ayuda! ¡Ayúdenme! ¡Me quieren secuestrar! - grito con ansiedad.

- Oh, cállate. No hay nadie en kilómetros a la redonda. - dice con molestia.

En ese momento es cuando se oye el sonido de coches patrulla acercándose a la casa.

- ¿Qué? - pregunta Catalina desconcertada.

Antes de situarme y saber que está pasando, veo a Aiden corriendo hacia mi, mientras un policía va detrás suyo.

Aiden derriba a Catalina dándole un fuerte golpe contra el suelo, algo que ni me importa, no me importa que le suceda a ella.

Mientras Aiden la retiene en el suelo, el policía le pone las esposas.

Este arrastra a Catalina por el césped y la arroja a la parte trasera de su coche patrulla.

Después de unos momentos con la policía y unos cuantos testimonios, nos vamos a casa.

Y lo más importante, nos vamos seguros a casa, los tres.

El bebé de la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora