•Eight•

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Ya era tarde cuando NamJoon regresó. Detuvo el auto frente a la casa y se quedó un momento allí sentado, con las manos aferrando el volante con fuerza. La fatiga le pesaba en los músculos, pero al mismo tiempo la expectativa le recorría la piel. Mientras caminaba hacia la puerta de entrada, se dio cuenta de que quería que ella estuviese allí. No quería entrar en una casa vacía como hacía todos los días.

Puso la llave en la cerradura, la giró y luego hizo una pausa mientras deslizaba la mano hacia el pomo. Silenciosamente, abrió la puerta y entró.

El alivio le quitó un peso del pecho.

Hecha un ovillo sobre el sofá frente al fuego estaba Raina. Tendida de costado, con las rodillas cerca del pecho y un brazo colgando por sobre el borde del sofá, estaba profundamente dormida.

La escena tenía un aspecto pavorosamente doméstico. Como cualquier hombre que llega a casa después de un largo día de trabajo para encontrar a su mujer esperándolo. Suave. Hermosa.

Se acercó a ella, impulsado por la atractiva imagen que presentaba. Al acercarse, frunció el entrecejo. Su piel se estremecía con minúsculos temblores. Sus músculos se crispaban y sacudían, y tenía el entrecejo fruncido, los labios apretados en una línea tensa.

Se arrodilló frente al sofá y le puso la mano en el hombro. Ella tenía puesta una de sus camisas de franela. Le deslizó la mano por el brazo, luego por la cadera y por la piel desnuda de la pierna. Sus dedos tomaron el borde de la falda y la levantaron para revelar la herida.

Aún tenía aspecto doloroso, pero no lograba imaginarse a nadie que curara tan rápido.

Y aparentemente ella creía que tardaba demasiado.

NamJoon posó los labios unos centímetros por debajo del borde irregular de la herida y la besó. Bajo su boca, ella se removió. Él alzó la vista y vio que lo estaba observando con una sonrisa en sus labios llenos.

—Hola —murmuró.

—Hola.

Ella bajó la mano para incorporarse. Él la tomó por el hombro y la ayudó.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Se frotó los brazos con las manos y soltó un tembloroso suspiro.

—Sí, estoy bien.

Él le tocó la mejilla, delineando sus labios con los dedos. Sus ojos ardían con oro líquido cuando se frotó el rostro en contra de su palma.

—Estoy muerto de hambre. Ven a hacerme compañía mientras preparo algo de comer.

Ella sonrió y asintió.

—¿Quieres algo? —preguntó NamJoon mientras la ayudaba a ponerse de pie.

—Si te estás ofreciendo a cocinar... —Sonrió—. Comí algo que saqué de tu refrigerador, pero soy un desastre en la cocina. Mi experiencia culinaria consiste solo en abrir latas.

Se miró las piernas desnudas y luego volvió a mirar al castaño.

—No tengo qué ponerme. Tu camisa fue lo único que encontré. Espero que no te moleste que la haya tomado prestada.

Él pasó el dedo por la solapa y con la yema le acarició la piel que el escote en V dejaba expuesta.

—Esta camisa nunca me quedó tan bien como a ti.

Ella volvió a sonreír y se dirigió a la cocina.

—Tendría que haber pensado en conseguirte algo de ropa —comento mientras la seguía—. Ahora ya debe haber cerrado todo, pero puedo ir mañana a primera hora y traerte algunas cosas.

Se subió contenta a uno de los bancos altos, con las piernas desnudas balanceándose.

—Es muy amable de tu parte, te lo agradezco. —Inclinó la cabeza hacia un lado y lo estudió—. Pareces cansado. ¿Tuviste un día muy largo?

Un cálido placer le recorrió las venas ante la preocupación de ella. Colocó una sartén sobre la encimera y se estiró para tocarle la mano.

—Encontramos un león muerto.

La mirada de ella se llenó de pena y luego bajó los ojos. Él le acarició la mejilla.

—Lo siento.

Lo miró, con los ojos brillando por las lágrimas.

—Lo habían sacado de la misma reserva que a mí. Era un animal hermoso.

—Raina, encontraré a las personas que te hicieron esto a ti, a los otros animales, te lo prometo. No volverán a lastimarte.

Ella asintió con la cabeza, con la pena aún visible en sus facciones. Él se apartó y comenzó los preparativos para una cena rápida.

Pocos minutos después, había preparado omelets para los dos. Ella atacó el suyo con entusiasmo y suspiró de placer mientras comía un bocado.

—Comida de verdad, esto es el paraíso.

Él levantó la vista de su plato.

—Sí, me imagino que no debes haber tenido exactamente lo que se dice comida decente últimamente. —entonces recordó su propio ofrecimiento de un filete crudo e hizo una mueca.

Ella comió rápidamente y con gran entusiasmo. Cuando alejó su plato con un bostezo, él también sintió que la fatiga le recorría el cuello.

—Quizá deberíamos ir a la cama —dijo mientras recogía los platos y los dejaba en el fregadero—. Mmm, yo dormiré en el sofá. —No quería asumir nada aunque hubieran tenido sexo la noche anterior. Tal vez ella ya se había arrepentido.

Se dio vuelta para verla mirarlo fijamente, los ojos dorados y salvajes refulgiendo a la luz.

—No quiero dormir sola —afirmó suavemente.

Él sintió que el pecho se le tensaba. No quería dormir en el sofá. Prefería volver a tenerla en los brazos.

Ella se le acercó y se detuvo a pocos centímetros delante de él. Sus cuerpos estaban tan cerca que casi se tocaban. La calidez de Raina se extendía hacia él, rodeándolo, suave y femenina, como ella.

Le puso una mano sobre el pecho y lo miró, con un ruego en los ojos.

—¿Qué me estás pidiendo? —preguntó él con voz ronca.

—Que me abraces, y tal vez...

—¿Tal vez qué?

Ahuecó su mano sobre la de ella, deslizando los dedos desde la muñeca a las yemas de sus dedos.

—Y tal vez podrías tocarme —susurró.

—¿Sabes lo que me estás pidiendo?

Ella le tocó la mejilla.

—Sé lo que estoy pidiendo, NamJoon. La pregunta es, ¿puedes dármelo?

¡Empezamos recio! Por hoy es el ultimo capitulo, mañana continuare con los otros, nos vemos mañana<3

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