•Four•

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Raina se sentía en desventaja y eso no le gustaba nada. El hombre que tenía enfrente era intimidante, su apacibilidad no la engañaba ni un pelo. Era lo que su gente llamaría un guerrero. Un protector. Si él fuera uno de su gente, solo el más feroz de los animales podría ser escogido por el guía espiritual para acompañarlo en su viaje de vida.

—No me has dicho tu nombre—comentó ella intentando ganar algo de tiempo. No se sentía a gusto revelando demasiado sobre sí misma a este hombre, la suya era una vida de secretismo y tenía que tener mucho cuidado en quien confiaba. No había intentado dañarla, pero no podía estar segura de sus intenciones.

Él, se apoyó sobre una rodilla delante suyo.

—Mi nombre es Kim NamJoon, soy el sheriff de aquí. Solo quiero ayudarte, Raina, pero para poder hacerlo tienes que decirme qué sucede.

Un agente de la ley. Raina sintió un pinchazo de miedo invadirle el pecho y el guepardo en su interior se agitó. Su piel cobró vida, picaba, incómoda y tuvo que combatir el deseo de cambiar. Trago e intentó calmar sus nervios.

—¿Qué demonios ha ocurrido? —preguntó él. Ella le miró confundida—. Tus ojos han cambiado, solo por un momento, pero no estoy loco.

Raina los cerró automáticamente y giró la cara. Él le cogió la barbilla con la mano y tiró levemente hasta que ella lo miró de nuevo.

—Abre los ojos—le dijo.

Obedeció a regañadientes. Le acariciaba la mandíbula con el pulgar mientras clavaba sus ojos en ella. El frío que llevaba combatiendo tanto tiempo menguó y no estaba segura si era por su toque o por su mirada fija. La áspera yema de su pulgar raspaba a través de su piel haciéndole bajar un temblor por el cuello que contrastaba con el calor floreciendo en su interior.

—Era el guepardo, ¿Verdad? Estabas a punto de cambiar.

Se oía asombro en su voz, cómo si todavía estuviera asumiendo lo que era. Ella asintió con la cabeza.

—Cuando me siento asustada o amenazada el guepardo se mueve en mi interior. Es un instinto protector.

Él frunció la frente.

—¿Qué te asustó?

—Eres policía—dijo en voz baja—. Querrás encerrarme y entregarme en alguna agencia gubernamental para que experimenten conmigo.

NamJoon le lanzó una mirada feroz, casi imponente.

—Eso no es correcto. El único motivo por el que te encerraría seria si has infringido la ley y hasta el momento lo único que sé es que estabas siendo cazada por cazadores furtivos. Eso te convierte en la víctima no en el agresor. ¿Hay algo que quieras decirme?

Sus ojos estaban alerta, perspicaces, como si pudiera ver su interior. La ponían nerviosa.

—Me cogieron—dijo simplemente. Contuvo el aliento y tembló cuando volvió a vivir el terror de ese día.

—¿Te cogieron? ¿Cómo?

Ella tembló y él deslizó la mano desde su barbilla hasta su hombro. Caliente y confortable. Sin pensar, ella se apoyó en su toque, queriendo estar más cerca, pero asustada al mismo tiempo.

—No dejaré que te hagan daño—mencionó, tranquilizadoramente.

En sus calientes ojos miel se veía sinceridad. Los duros rasgos de su cara contrastaban con la suavidad de su mirada. Era un hombre acostumbrado a la severidad, a hacer lo que fuera necesario para acabar el trabajo. Mientras hacía todo lo posible para tranquilizarla, ella solo podía imaginar cuán rápidamente él podría cambiar, cuán implacable podría ser con un criminal.

SavageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora