•Three•

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NamJoon iba a cerrar la puerta, pero la mujer se agitó, y los mismos ojos dorados del guepardo le devolvieron la mirada. El miedo brillaba en sus ojos y envolvió los brazos a su alrededor protectoramente y sin energías tratando de ocultar su desnudez. Podía verla temblar, y la sangre correr por su pierna.

El malestar de ella lo llevó a la acción, a pesar del razonamiento de que había perdido su cordura.

—Santa madre de Dios —murmuró mientras se arrodillaba a su lado.

Ella se apartó de él, y un sonido de miedo se escapó de sus labios.

—Shhh, no te haré daño —la tranquilizo. Alargando la mano hacia ella, tocándola para ofrecerle confort de alguna manera.

Se tenso cuando posó una mano en su hombro, pero no se alejó de él. Grandes y asustadizos ojos lo miraron inquisitivamente.

—No te haré daño—dijo otra vez—. Estoy aquí para ayudarte.

Se relajo un poco debajo de sus dedos, y el miedo en su expresión se volvió dolor.

—¿Quién eres? —murmuró. ¿Qué eres?

Ella abrió la boca y se humedeció los labios. Un sonido ronco se formó en su garganta y frunció el ceño. Su mano se agarró el cuello y lo masajeó. Parecía tener dificultades para hablar.

Se sentía culpable por haberla colocado en el cuartito de la entrada. Hacía frío y era incomodo, solo que, Cristo, había pensado que era un guepardo. Ella era un guepardo. Los guepardos tienen pelaje. Esta mujer estaba desnuda. Muy desnuda. Y muy hermosa.

—No hables—le dijo con firmeza cuando ella abrió la boca otra vez—. Déjame llevarte a la sala donde te puedas calentar.

—La flecha—susurro—. Tiene que salir.

Su baja voz se deslizó sobre él con un sobresalto. No podía ubicar el acento.

Colocó los brazos por debajo de su cuerpo y la levantó con cuidado, tratando de no tocar su herida.

Un pequeño gemido salió de sus labios mientras él la acomodaba contra su pecho.

—Lo siento.

Ella no respondió. Simplemente dejó que su cabeza se hundiera en su hombro.

La llevó a la sala y se maravilló por el hecho de que probablemente pesaba más como gato que como ser humano ¿Cómo un ser humano? ¿Podría llamarse humano a alguien que había sido un guepardo hacía solo una hora?

—Te puedes estirar en el sofá frente al fuego. Te traeré algo para cubrirte y echaré un vistazo a esa flecha.

—Gracias.

La simple palabra sonó muy sincera, y pudo sentir el dolor detrás de ella.

Con sumo cuidado la puso de lado en el sofá, y luego tomó la manta que colgaba en el respaldo. Su piel estaba helada al tacto. De nuevo sintió una punzada de culpa por haberla metido en el cuartito de la entrada.

Acomodó la manta sobre la parte superior de su cuerpo y sobre su espalda para preservar lo suficiente su modestia mientras mantenía el material a unas buenas seis pulgadas de la flecha. Ella se aferró a los extremos de la manta y tiró de ella con más fuerza hacía la barbilla.

Sin pensarlo, le pasó la mano por el pelo, retirándolo de su cara por detrás de la oreja.

Era hermosa. Increíblemente.

Y era un guepardo.

Retiró su mano y se balanceó sobre sus talones. Ya habría tiempo para colapsar luego. Tal vez después de haberle sacado la flecha de la pierna. Jesús ¿Cómo iba sacarla sin cortar la pierna? Necesitaba un médico, pero, ¿Cómo diablos iba explicar cómo había llegado ahí la flecha? Por no hablar de que, si él la llevaba al hospital y le hicieran análisis de sangre, ¿Se volverían locos porque no era un ser humano?

SavageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora