[Capítulo 3: Iniciemos]

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Todos ya nos quitamos las bandas de las bocas y nos volteamos a ver unos a otros sin saber que hacer, o por lo menos yo no me muevo por que no se que hacer. 

Seguramente algunos están paralizados del miedo o esperan que alguien mas haga algo. 

Después de verlos a todos por un rato me volteo a con Joel. Él me afirma con la cabeza, tardo en comprender que me quiere decir, pero concluyo que quiere que le responda para ambos irnos de aquí. 

Estoy a punto de hacer el movimiento, pero en eso me volteo. 

Sean a salido corriendo a toda potencia. 

Acto seguido todo mundo empieza a correr. Joel me llega por detrás y me toma por el brazo para irme con él. Me levanto y empezamos a correr como locos. 

No tengo idea de adonde vamos. ¿A donde podríamos ir? ¿Realmente nos podremos esconder? 

Joel cambia su mano de mi antebrazo a mi mano sin para de correr.

Entramos a una tienda en la que se venden muebles e irónicamente nos dirigimos a un armario en el que nos metemos. 

Joel saca su teléfono e ilumina. 

Ninguno dice nada. Ni siquiera veo la expresión de Joel, tengo la mirada baja. No puedo verlo de frente, no me atrevo. ¡Fui yo el que lo sentencio a esto! 

Poco a poco las lagrimas invaden mis ojos y después todas mi mejillas hasta que caigo en llanto. 

—Hey… —Dice Joel poniendo su mano en mis brazos. —Andrew…

Sigo llorando. 

—Andrew… Tranquilo. —Me sube la cara con su mano. 

Veo sus ojos, sus hermosos y luminosos ojos azules con destellos originados de la luz del móvil que esta debajo. Emiten serenidad a pesar de que lo mas seguro es que esta muerto de miedo como yo. 

—Tranquilo Andrew. —Sonríe. 

Me le abalanzo y él me rodea con sus brazos. 

—Perdón. ¡Perdón! —Digo entre llanto. 

—No tienes por que disculparte. —Me acaricia la cabeza.

—Todo esto es mi culpa. Ya oíste al tipejo ese. Yo soy el blanco y por eso tu estas aquí. —Mi llanto aumenta 

Joel me aleja de él, me toma la cabeza con ambas manos y me hace verlo a los ojos. 

—Nada es culpa tuya. ¿Entiendes? Nada. 

—Pero…

—¡Pero nada! No sabes el por que del que seas uno de los blancos, pero no es tu culpa, ni la de nadie. Todos somos víctimas de un tipo que esta mal de la cabeza. 

Cierro los ojos y respiro hondo varias veces. 

Joel se acerca y me vuelve a abrazar. 

—Te amo Joel, demasiado. —Le digo.

—Y yo a ti, nunca lo olvides, sin importar que, siempre lo haré.

Nos quedamos en silencio absoluto unos cinco minutos. 

Noto que por las bocinas de la tienda empiezan a emitir un pequeño ruido, como si las prendieran. Después se empieza a escuchar una especie de estática, como la de un micrófono al encenderse. Lo siguiente me confirma que es un micrófono dado que se empiezan a escuchar los golpes que le das al micrófono para probarlo. 

—Probando, probando… 1, 2, 3… Probando. —Dice una voz. Una voz que  a partir de ahora siempre estará en mi cabeza. La voz de Alek. —¡Que tal mis pequeños pajaritos! Veo que no han tardado mucho en aletear he irse volando. Espero que este todos bien. —Se ríe. 

Ya me arto su risa tan idiota. Es real la risa, pero solo él se ríe de su maldito humor sin sentido. 

—Solo paso por aquí para decirles que a partir de este instante empieza nuestro pequeño juego. Así que les recomiendo no quedarse mucho tiempo donde mismo, mis hombres y yo somos como unos sabuesos, solo que nosotros olemos el miedo. —Vuelve a reír. —Así que… ¡Empecemos! 

—Debemos movernos. —Dice Joel. 

Le afirmo con la cabeza. 

Salimos del armario y empezamos a caminar de cuclillas por la tienda.  

No creo que este por aquí, es la tienda que queda justo al fondo de la plaza, puede que este revisando las tiendas que queden mas cerca del centro, pero pues ma vale prevenir. 

En eso Joel fija la mirada hacia un lado y camina rápidamente sin decir nada. Me hace la señal de que lo siga, lo cual hago.

Llego con él y veo que esta a lado de dos cuerpos tirados en el suelo, dos osciles de seguridad de la tienda. 

—¿Qué haces? —Pregunto susurrando.

—Tengo la esperanza de que tengan algo para defendernos

—No creo que les hayan dejado las armas al momento de deshacerse de ellos. 

—Si, también lo pensé, pero pues no quería perder la oportunidad de revisar. 

—Aunque si hay algo que nos puede servir.

—¿Qué cosa?

Me acerco a uno de los cuerpo y le abro la chaqueta dejando al descubierto el chaleco antibalas que esta debajo de ella.

—Tienes razón. Apuremonos a quitárselos. 

Afirmo y entonces le quito el chaleco a uno de los cuerpos mientras que Joel quita el otro.      

Empiezo a ponérmelo, pero en eso Joel me interrumpe.

—Hey… Tengo una idea. —Toma mi mano para detenerla. —Mejor quitémonos las chamarras, nos ponemos el chaleco y encima de el las chamarras. Al estar un tanto delgado quedara bien. —Termina mientras empieza hacerlo él. 

—¿Y eso para qué? 

—Se me ocurrió que si los tipos esos que nos buscan nos ven los chalecos puestos van a poner mas atención en nosotros, por lo que estaríamos en riesgo mayor. —Se termina de cerrar la chamarra con el chaleco por debajo. 

—Tienes razón.

—Y se me ocurrió otra cosa que podemos hacer.  

—¿Qué?

—Obviamente todos los tipos traen pistolas para matarnos, así que usaremos eso a nuestro favor. Los chalecos no permitirían que las balas nos maten, nos golpearan, pero no moriremos. Así que en dado caso de encontrarnos con alguno de los tipos, huiremos normalmente, cuando nos disparen caeremos contra el suelo, es ahí donde hacemos nuestra jugada. —Toma mi chaleco y me ayuda a ponérmelo. —Nos quedaremos en el suelo y cerraremos los ojos como si nos hubiesen matado. Cuando pase bastante tiempo nos volvemos a levantar y solo nos escondemos en algún lugar hasta que esto acabe, al cabo “ya morimos” para ellos. 

Me cierro la chamarra. 

—Wow. ¿Por qué no eres así de listo en el instituto? —Le pregunto riendo. 

—Me da flojera. —Contesta también riendo.

Ambos nos terminamos de acomodar las chamarras para que se noten lo menos posible los chalecos. 

—Ahora vamos tenemos que ir a la tienda de deportes. —Dice Joel

—¿Por? 

—Es de mis ideas locas. Tu solo sígueme. 

     

¡Solo Quiero Salir!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora