Capítulo 13

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El recuerdo del resto de la historia era tan vago que me costó distinguirlo de aquellas pesadillas humillantes que me persiguieron cada noche tras esa fecha. Los sucesos se dieron ordenados de la siguiente manera: Sarah no tardó en levantar la mirada y salir casi corriendo de allí, en dirección al aparcamiento; observé como Cate caminaba alejada del estadio, por lo que no pude saber si había sido testigo de la escena o no; y, finalmente, como si de una mala película se tratase, el silbato del arbitro marcó el final del primer tiempo del partido, lo que identifiqué como mi hora de entrar en el campo, rezando mentalmente por dejar de hacer el ridículo.

A pesar de la profunda tristeza que sentí los días siguientes al partido, los segundos no parecieron detenerse como a mi me hubiese gustado, aunque si pasaban lentos, sobre todo cuando coincidía en el mismo espacio con alguna de las profesoras protagonistas de mi propio drama adolescente.

Becca, por su parte, finalmente tomó la decisión de interrumpir su embarazo, por lo que ella tampoco estaba pasando por su mejor momento. Tras el procedimiento ninguna de las dos salió de la habitación por varios días, pero las cosas comenzaron a ponerse pesadas cuando entre tanto silencio el hambre invadió mi mente; supuse que al intentar evitar mis humillantes pensamientos, mi cerebro no tuvo otra forma de evadirse que llenándose de deseos de comida.

—Creo que iré a clase mañana —le dije a Becca desde mi cama, sabiendo que aquella sería la única manera de mantener mi mente ocupada.

—Buena suerte con eso —me respondió dando a entender que ella no lo haría.

Asentí en silencio y salí de mi cuarto por primera vez en lo que parecieron siglos, con una simple misión, encontrar un cigarrillo o cualquier cosa similar que pudiese fumarme.

Caminé por los oscuros pasillos de Dinmore Manor, con algo menos de terror de lo que lo hacía unos meses atrás, pero con el mismo sentimiento de vacío dentro del pecho, alojado entre los pequeños huecos que dejaban mis costillas. Una lámpara halógena situada a mi derecha comenzó a parpadear de una extraña y rítmica forma, animándome a seguir mi camino entre las sombras para llegar a las escaleras que se encontraban aún más en penumbra, si es que eso era posible.

Jugué con mis dedos mientras bajaba los escalones delicadamente, terminando por metérmelos en la boca para morder mis uñas, en un inútil intento de frenar el castañeo de mis dientes por el frío. Acabé poniéndome la capucha de mi sudadera y en ese estado fantasmal en el que me encontraba vagando, me encontré con el señor Dagger que guardaba la entrada de aquella fortaleza como cada noche.

—Buenas noches, señorita Baker, debería estar usted en la cama —dijo en un tono que no pude descifrar si era de reprimenda o preocupación, aunque quizá simplemente se trataba de una mezcla de ambos.

—Buenas noches, señor Dagger, me encontraba un poco mareada y quise darme un paseo —respondí en un tono bajo, como temiendo despertar a alguien, a pesar de que desde la entrada se podría decir que las habitaciones se encontraban en un lugar bastante remoto.

—Acompáñeme a la enfermería, pues —contestó él saliendo de ese pequeño cubículo que hacía las veces de conserjería.

No tuve tiempo de reaccionar, pues el señor Dagger, tan escurridizo como siempre, ya se encontraba casi levitando por aquel enorme recibidor, sin siquiera cerciorarse de si le estaba siguiendo o no. Di un gran paso con mi pie derecho, en un absurdo intento de alcanzarle, para seguir corriendo detrás de él.

—¿Cuánto falta? —pregunté jadeando con la lengua involuntariamente medio salida de mi boca.

—Es la siguiente puerta a la derecha, aquella con el cartel de "enfermería" —dijo él arqueando una ceja, haciéndome sentir estúpida —, toque a la puerta y entre.

Before I leave (profesora y alumna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora