Capítulo 4.

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Veinte morigans atravesaron el muro y mataron a cuarenta de nosotras.
El doble.
Cuando llegamos a casa mi hermanita y yo, reconozco olor a estofado. Mamá seguro dejó la cena hecha y se fue a la Junta del Consejo que solicitó nuestra Salvadora. Ahora es cuando todas colocamos nuestra esperanza en ella.
Mi hermanita se queda dormida en el sillón frente a la chimenea. La tapo con su seda de conejitos y escucho el ruido de unas llaves. Es mamá. Se abre la puerta y entra mi madre, una mujer hermosa de cabello obscuro como la noche líquida. Su traje de terciopelo llega hasta sus tobillos y veo que se quita las zapatillas y se sienta en el sillón individual al costado del sofá. Mamá hace un gesto de cansancio.
-¿Que pasó? ¿Solucionaron algo? -pregunto al mismo tiempo que le entrego un tazón de sopa caliente.
-Nada. Pero las morigans que atraparon Las Guardianas, te puedo asegurar que podemos colgar sus cabezas en alguna de estas paredes -tuerce el gesto.
-¿Como entraron? Sigo sin entender -me cruzo de brazos.
-Es lo que no sabemos. Nuestra Salvadora ha triplicado la seguridad en todos lados. A partir de mañana hay toque de queda, después del atardecer.
No me parece sensato. Aunque estemos encerradas cada quien en sus casas, las morigans pueden volver a atacar. Mamá contempla a mi hermana y le da un beso en la frente. Yo permanezco cruzada de brazos, pensando en alguna solución pero no soy lo suficientemente creativa como mamá o Rashelle.
-Por cierto, Sahiri- sí, ese es mi nombre -Nuestra Salvadora... quiere encomendarles a ti y a Rashelle una misión. Me pidió que fueras mañana a primera hora al Palacio de Hylarion.
Parpadeo seguidas veces. La reina Eva, nuestra Salvadora, ¿nos quiere encomendar una misión a mi mejor amiga y a mí?

Al día siguiente me preparo muy temprano por la mañana. Bueno, el sol aun no sale y las calles siguen encendidas con lámparas de aceite de hada.
Me pongo un pantalón de cuero, mis botas largas que me llegan a la rodilla, una camisa blanca de algodón, mi cinturón me lo cuelgo y lo ajusto para que no baile mientras camine. Al final me pongo mi capucha y me trenzo el cabello. Viéndome al espejo, me doy cuenta que con la oscuridad se ve aún más negro de lo que es, y mi piel achocolatada también.
Me acerco al espejo y toco mis mejillas para visualizar mejor mi rostro. Vaya, mis ojeras han aumentado.

Bueno, cuando salgo de casa escucho el ruido de las hadas nocturnas. No son molestas para mí, pero me aturde un poco su sonido agudo cuando camino por la calle vacía.
Mientras avanzo, me pregunto qué clase de misión querrá encomendarnos la reina Eva. Y... ¿por qué a nosotras?
Giro a la derecha cuando llego a la esquina y me detengo en una casa de tronco de árbol con techo de hongo. Rashelle se ha estado dedicando a reconstruir su casa y apenas lo noto.
Toco la puerta varias veces hasta que abre ella y la veo vestida igual que yo. Definitivamente somos amigas del alma.
Avanzamos entonces y después de unos tantos minutos, ya el sol se asoma por el horizonte y la gente comienza a salir de sus casas.
Cuando llegamos a las puertas del palacio, nos detenemos.
-¿Quien va? -pregunta uno de los guardias.
-Somos Sahiri y Rashelle. La reina solicitó nuestra visita.
Digo en voz alta para que me escuchen, pues están en la torre alta. El guardia no cuestiona más y abre las rejas para dejar caer el puente de madera. Rashelle y yo nos miramos y avanzamos.

Las hijas de LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora