ʜɪᴘᴇʀᴠᴇɴᴛɪʟᴀᴄɪᴏ́ɴ

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Cuando mirar es desear... Desearlo todo.

Rosas, auténticas joyas vivas que visten elegancia y fragante sutileza, de hipnotizante aroma que embriaga el alma. Entre su belleza esconde los más de mil anhelos que otros han profanado ante ella pero, no solo eso, sobre el verde de sus hojas y tallo se revela lo peligrosa que se vuelve. Ahora ya entiende cuando dicen que las rosas son únicas y especiales. Si bien habría quien diría que ya no eran tiempos de poesía, el tipo castaño jadeante que yacía boca abajo en la alfombra del salón, cuyas vistas daban al jardín, objetaría.

Kwon Soon-young gimoteó y alzó el rostro en cuanto su amo jugó con su desnudes. De nuevo hundió su rostro en la alfombra en cuanto el señor Jungkook agitó sus largos y delgados dedos de las manos sobre su espalda, como si de un exento pianista tocara con talento una melodía musical, creando caricias excitantes para el joven omega que batallaba con su hiperventilación.

Las tiras de cuero recorrían su espalda de una manera tan suave, en roces casi imperceptibles que hizo que la piel del actor de teatro se erizara. Su amo es un experto total en dominar los movimientos tan finos del instrumento que lograba perderse entre jadeos, espasmos y esas caricias tan profundas, tan suaves.

Entonces el primer latigazo le hizo abrir de golpe los ojos, recordando cómo ese hombre le había convencido de tomar "lecciones de obediencia y disciplina" después de dar su espectáculo en el teatro. Se había negado en un principio, incluso cuando su atractivo físico hizo saltar a su lobo de emoción, casi arrepintiéndose de su rápida decisión. Tampoco espero que insistiera las siguientes ocasiones en las que se toparon porqué claramente sabía que clase de hombre es, precisamente el tipo que no lo repite dos veces. Solo bastó una vez para no dejar de pensarlo.

Apretó la tela de la alfombra entre sus dedos al mismo tiempo que el señor Jungkook movía su cola de zorro que tenía insertada perfectamente en su culo para proporcionar el siguiente latigazo qué, disfrutó más que el anterior. Sin duda sabía joder cómo una estrella de porno... y ni siquiera lo estaba follando.

¿Entonces porqué lo ponía inquieto? ¿Por qué sentía que explotaría sin siquiera tenerlo dentro?

Jadeó, sintiendo por primera vez un día emocionante. Los días anteriores se alargaban por los ensayos, haciendo que volviera tarde a casa, solo y cansado sólo podía llegar a cenar, ducharse y dormir. Pero hoy no se encuentra en casa, ni solo. Hoy estaba bajo la absoluta dominación de aquel alfa de tez morena que se encargaba de darle clases de disciplina.

Habían estado jugado el rol de ser él un travieso compañero paseándose por el despacho con una cola de zorro mientras unos ojos curiosos observaban el espectáculo. Pero la vergüenza se apoderó de él cuando el hombre de traje le dio un consejo sobre qué debía ser consciente de sus movimientos, que tenían que ser controlados, más lentos. Descubrió de que era tan placentero como vergonzante.

Y después de otros consejos que él señor Jungkook le dió, por fin pudo moverse de formas tan pintorescas sin que apareciera una nueva observación por parte del hombre sentado en su silla. Había conseguido una mezcla perfecta de concentración mental y placer físico sin la cual habría perdido la atención de su amo.

Después de pasar treinta minutos tomando pausas y acatar indicaciones, terminó subiéndose en su escritorio como le había pedido el hombre, abriendo sus piernas cómo una cortes invitación. Trataba de mantenerse al margen porqué ni bien habían empezado y la cola de zorro lo tenía estimulando cada que se movía, tuvo que mantener una postura recta. Aún así, no pudo evitar de vez en cuando removerse para sentirla con otra intensidad, cerrando los ojos al instante y así perderse en el bosque de sus vergüenzas.

𝐎𝐁𝐄𝐃É𝐂𝐄𝐌𝐄 I 𝐊𝐎𝐎𝐊𝐌𝐈𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora