ᴅᴇꜱᴀʏᴜɴᴏ

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—¿Atarte?

Son las nueve de la mañana, es lunes. La mayoría odia los lunes pero él no. No cuando tiene delante suyo a un omega inesperadamente atractivo, al que ha conocido hace unas horas.

Estaba desayunando tranquilamente, cómodamente sentado mirando las noticias cuando de repente interrumpió Lee Myung en medio de su TV pidiendo que le de órdenes, que haga lo mismo con él como lo hizo con los del club. Viniendo a él imágenes de lo que sucedió.

No trata de recordar cómo lo dejo pasar la noche en su casa pero tampoco le molesta. Intercambio miradas con él pocos segundos guardando silencio en el espacioso comedor mientras le sirven su plato de fruta picada.

No pudo evitar que su mente le volviera a recordar lo de la cena del sábado, he instintivamente se preguntó cómo pasó tan rápido el fin de semana. Las imágenes de Jimin le golpean incansablemente las paredes de su mente al tiempo que lo que le dijo Myung en el comedor se convertía en un recuerdo lejano.

Ahora le está enseñando el pasillo que conduce a su habitación especial. No pretendía enseñarle y explicare todo, hoy no porque su hora de entrada a la empresa debía ser antes de las diez. Se preguntó en ese momento si Myung creía que esto era permanente por qué si eso pasaba entonces él sería demasiado directo. ¿Si sabía que esto no era real, o no? Él no buscaba un sumiso o una puta para pasar el rato.

Cuando entran, ve que sus pupilas se expanden; las cuerdas, los arnés colgando, los diferentes sujetadores de manos y pies colgando, la luz roja que se derrama en cada pared, la cama... Ya no estaba escuchándolo, estaba perdido en la vista que le daba la bienvenida la habitación.

Pretendía solo mostrarle la habitación, sin embargo, hoy, lunes, a las nueve con cinco de la mañana, cuando aún saborea el café del desayuno en su boca, pregunta retadoramente:

—¿Quieres que te ate?

Había decidió que nada de esto por las mañanas y, sin embargo, esas cuatro palabras han salido de él, generando en su lobo un gruñido pero no le importó.

—Sí, —contestó, vaciló durante un momento y un tono peculiar se filtró en su voz—: no pude dormir pensando en ello.

Su tono de voz le hizo desviar su vista hacia él. Sus mejillas estaban teñidas de un sonrojo que comenzaba a quemar y sus ojos tenían un brillo sorprendente que le recordaban a alguien. Sonrió, no le sorprendía aquellas ultimas palabras, esa era la primera reacción de alguien cuando se adentra a la puerta del BDSM.

—Naturalmente, no es la primera vez que me lo piden —cuando dijo aquello pareció tan sorprendido—: pero no es tan fácil como parece. No estoy para jugar en atar a una persona sin yo recibir algo tambien y no, no hablo de lamer mi polla cómo recompensa.

Le dedica una seria mirada, dejándolo momentáneamente deslumbrado.

—Este... —parpadea—: no entiendo.

—¿Acaso no te has dado cuenta?

—¿Sobre qué?

Entonces se permite inspirar con profundidad, antes de perder la paciencia. Comenzaba a tener en la cabeza la opción de hablarle a alguno de sus empleados para comenzar a echar a la calle al chico frente a él.

—Esto no es un juego. —dijo—: Primordialmente debes saber que esto es parte de mi vida, algo que me gusta mantenerlo en un rincón, por ahora. —deslizó su mano sobre los armes colgantes—: Y atarte no significa que estás practicando lo que viste en el club.

𝐎𝐁𝐄𝐃É𝐂𝐄𝐌𝐄 I 𝐊𝐎𝐎𝐊𝐌𝐈𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora