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Un par de brazos la sacaron de la cama, cuando ya había conseguido dormirse.

-Suéltame, bruto -protestó ella-. ¿Qué piensas hacer conmigo?
-No te habrás creído que iba a dejarte dormir en una cama que no es la nuestra, ¿verdad, boba? -se burló él, levantándola en brazos.
Una vez en el cuarto que en el pasado había pertenecido a ambos, la soltó sobre la enorme cama y se deshizo de su albornoz mientras ella intentaba tapar con pudor las partes más íntimas de su cuerpo con la camiseta de algodón que usaba para dormir.
Él la miró con ojos llenos de promesas lujuriosas y firme determinación masculina. Hundió una mano en su melena, para sujetarla por la nuca y, con la otra, recorrió su magnífico cuerpo desde el pecho hasta los muslos, tiró hacia arriba del borde de la camiseta y, en un solo gesto contundente, se libró de la única prenda que la cubría. Ella se revolvió y lanzó un puño contra su pecho, con ánimo de defenderse, pero él la redujo sin esfuerzo y posó ávidamente los labios sobre su boca. Los gemidos de Isobel se convirtieron en una mezcla de protesta y júbilo. En pocos segundos, su alma quedó completamente absorta en los placeres del cuerpo, y se agarró con fuerza a los hombros del hombre que acababa de raptarla. El beso cobró intensidad, ambos empezaron a respirar jadeantes y todos sus movimientos se combinaron en una oleada conjunta de auténtico placer. De pronto, él interrumpió el beso para mirarla con seriedad.
-¿Has hablado con ella? -preguntó Isobel en un susurro lleno de pánico.
-No.
-¿Estaba allí?
-Sí.
-¿De verdad que no le has dicho nada?
-De verdad -aseguró él con una mirada feroz-. ¿Para qué iba yo a hablar con ella? Tú eres la única mujer que me ha importado en toda mi vida.
-Pero han pasado tres años -recordó ella con dolor-. Tres años pueden hacer cambiar de opinión a cualquiera.
-¿Tú me has sido infiel?
-No.
-Entonces, ¿para qué seguir discutiendo sobre el tema? -concluyó Harry, lanzándose nuevamente sobre su boca.
No volvieron a intercambiar palabra, sino que se dejaron llevar por la libido, sintiéndose presos de un huracán de sensaciones que atormentaba sus 'sentidos, clamando por alcanzar las máximas cotas de placer.
Se había sentido poseída, se dijo Isobel, una vez en calma, acurrucada entre los brazos de Harry. Ese hombre se compenetraba de tal forma con ella que siempre hacían el amor, perdía toda noción de la realidad y se abandonaba a un delirio que no solo calmaba sus necesidades más primitivas, sino que ponía orden en su cabeza y la hacía sentirse mejor persona. Sin embargo, estaba preocupada. No era difícil caer en los brazos de Harry, pero sí convivir con él día tras día. Y l problema estaba en que ella no se sentía mejor preparada para afrontar ese amor que hacía tres largos años. ¿Sería él capaz de discutir abiertamente sobre las dificultades que fueran surgiendo con el fin de solucionarlas?
Isobel suspiró y a Harry se le aceleró el corazón, pero optó por no decir nada. Estaba contento y satisfecho, con la mujer que amaba entre los brazos, sintiendo su cálida respiración sobre el hombro. Ella volvió a suspirar y él se puso a un lado, luego se incorporó sobre un codo y la miró.
-¿Qué significan esos suspiros tan melancólicos?
-No son melancólicos.
El enarcó una ceja para burlarse de esa sencilla mentira y ella entornó los ojos.
-¿Por qué no puedes sincerarte conmigo? -preguntó él secamente-. Acabas de sollozar de placer entre mis brazos, me has dicho que me amabas...
-Yo no he dicho eso -protestó ella inmediatamente.
-Pero lo has pensado -repuso él, encogiéndose de hombros para dar a entender que no veía diferencia alguna. Le acarició el pelo y retornó la palabra-: Tenemos que hablar, agapi mou, tenemos que aclarar el porqué de nuestra separación para no volver a cometer el mismo error.
Pero el recuerdo de los terribles últimos días junto a él fue demasiado intenso como para que Isobel pudiera reaccionar con calma.
-¡No-exclamó con el rostro lleno de lágrimas, saltando de la cama para correr a refugiarse en la habitación de invitados. Cuando Harry fue a buscarla, ya se había metido en la otra cama, pálida y embutida en aquel viejo albornoz azul que tanto decía sobre sus verdaderos sentimientos.

Fuego en dos Corazones - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora