FINAL

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Alisse se encontró a Isobel desmadejada sobre el suelo del cuarto de baño situado junto a la terraza, con la cabeza apoyada sobre la taza del váter sobre la que había vomitado.
-¡Kiria, está usted enferma! ¡Llamaré al médico!
-¡No! -gritó Isobel con desmayo-. No -repitió más calmada-. Ya estoy mejor, ha sido un corte de digestión. Lo único que necesito es echarme un rato en la cama, de veras.
Se incorporó dificultosamente ante la mirada preocupada del ama de llaves. Salió del baño dando tumbos y se encaminó hacia las escaleras, pero enseguida supo que allí no se encontraría descanso y se dirigió hacia la habitación de su madre. De vuelta al seno materno, se dijo.
Estaba segura de que Alisse iba a llamar a Harry, entendía que formaba parte de sus obligaciones. Pero Harry no necesitaba ser informado. Un poco antes de que Isobel recibiera el sobre, él ya estaba abriendo uno similar frente a la mesa del despacho de su oficina. Mientras ojeaba las malditas fotografías, el teléfono empezó a sonar. Era el padre de Diantha, que también había recibido otro sobre. Apenas había colgado el teléfono, cuando recibió otra llamada, esa vez de su madre y, a continuación, la de un periodista del diario sensacionalista de mayor tirada de Atenas.
Harry estaba ya de camino a casa cuando Isobel aún no había llegado a la habitación de su madre. Su teléfono móvil sonaba sin parar, pero lo silenció y lo arrojó al asiento trasero, junto a las fotos. Quienquiera que fuese la persona que intentaba contactar con él, tendría que esperar, porque toda su atención estaba puesta en la certeza de que Isobel habría recibido el mismo regalo envenenado. Iba a toda velocidad y el frenazo que dio delante de la puerta de la casa levantó nubes de polvo. Alisse lo esperaba frente a la puerta con un teléfono móvil en la mano.
-¿Dónde está mi mujer? -preguntó escalando los primeros peldaños.
-En la habitación de su madre, kyrios -lo detuvo ella.
Harry cambió de dirección, cruzó el vestíbulo con determinación y entró en la terraza, en dirección al anexo. Pero allí estaba la repugnante .prueba de que Isobel había sido alcanzada por el mismo francotirador. La mesa volcada, la porcelana rota y, en medio de todo el desastre, las fotos. Rugió de ira y se detuvo un solo instante para recoger el contenido del sobre. Entró en el anexo y se maravilló de lo cómodamente que se había instalado Silvia, a pesar de que el equipo de fotografía digital de Isobel ocupaba mucho espacio. Pero no tenía tiempo para pensar en los demás, puesto que su objetivo yacía en posición fetal sobre la cama. Alguien lo iba a pagar muy caro.
-Isobel -la llamó suavemente. Pero ella no reaccionó. ¿Esperaba acaso que él se pusiera de rodillas para pedir perdón? «Jamás», pensó, tirando las fotos sobre la cama-. Son falsas -anunció-. Espero que me creas.

Ella no se movió y él deseó saltar sobre ella para demostrarle que nunca habría sido capaz de hacer una cosa como esa.
-¡lsobel! -clamó-. No hay tiempo para dramatismos. Tú eres una fotógrafa profesional. Conecta el equipo y demuéstrame cómo han sido capaces de realizar un montaje tan realista. Necesito tener las pruebas para castigar al culpable.
-Márchate -murmuró ella.
Con un suspiro de impaciencia, Harry se inclinó para tomarla por la cintura y levantarla. Una vez sentada, le apartó el cabello de la cara. Estaba tan pálida como una pared y sus ojos miraban extraviados.
-Escúchame.
Pero ella hizo caso omiso y empezó a golpearlo, gritando los peores insultos que se veía capaz de proferir. Él esperó a que perdiera las pocas. fuerzas que aún le quedaban. Finalmente, ella lanzó un suspiro quejumbroso, se puso en pie y tomó las fotografías.
-¡Me has mentido! Me dijiste que ella nunca había significado nada para ti, pero... iMira! ¡Ahí estás, sobre la cubierta de tu yate, desnudo, abrazándola por detrás como solo lo haría un amante!
-Nunca. ..
-¡Y mira esta! ¿Te atreves a negar que estabais los dos desnudos, tomando el sol sobre la cubierta del yate? Jamás podré perdonarte...
Harry agarró la mano que sostenía las fotos y se las quitó.
-¡Debes creerme cuando te digo que son falsas! -rugió.
-¿Falsas? -preguntó Isobel con la mirada arrasada en lágrimas. ¿Qué importancia podía tener que fueran falsas cuando ya se habían quedado indeleble mente grabadas en su mente? El daño estaba hecho-. Te creí cuando me dijiste que ella no...
-Pues sígueme creyendo. Y empieza a pensar con la cabeza en vez de con el corazón.
-¡Mi corazón está muerto! ¡Tú me lo has arrancado!
-El melodrama no va a resultar de gran ayuda, agapi -dijo él con un suspiro y cierta condescendencia. Al menos, había conseguido que ella volviera a la vida.

Fuego en dos Corazones - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora