Capítulo 43

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Sofía camina por las silenciosas calles aquella tarde de marzo en dirección a la casa de su profesor.

Ella había insistido en que prefería que las clases fueran en su casa, pero el profesor estaba demasiado predispuesto a ofrecer la suya propia como sala de clases. Así que Sofía aceptó sin más preámbulos. Además así evitaría que su madre deambulase por ahí cerca.

Tiene muy claro que simplemente va a su casa para estudiar y aunque es sumamente arrogante, no puede evitar sentir cierta atracción hacia él e incluso podría decir que su personalidad soberbia le gusta cada vez más. Estos pensamientos inundan la mente de la chica, quien acaba de llegar a la urbanización donde ha quedado con el profesor.

Mira asombrada a su alrededor al comprobar lo lujosas que son todas y cada una de aquellas casas. No tenía ni idea de que su profesor viviese en uno de los barrios más prestigiosos de toda la ciudad.

Sofía, que continúa asombrada, llama al timbre de la casa en la que Pelayo le dijo que vivía. Y efectivamente, a los pocos segundos, él aparece tras la puerta con una gran sonrisa que le ilumina la cara.

Pelayo la invita a pasar y Sofía observa con curiosidad la suntuosidad de la amplia sala en la que se encuentra tras atravesar la puerta. El profesor la mira con una sonrisa de orgullo por haber impresionado a la chica.

-P: ¿Qué te parece? La casa digo.

-S: Es... increíble. No sabía que el sueldo de profesor diera para mantener una casa así. Creo que debería replantearme la carrera que quiero estudiar.

-P: Y no da para tanto, pero mis padres tienen dinero y me regalaron esta casa cuando cumplí 18 años.

-S: ¡¿Te regalaron una casa por tu 18 cumpleaños?! ¿Tus padres qué son? ¿Narcotraficantes?

-P: Claro que no. (Sonríe ante el comentario de la chica) Mi padre es uno de los abogados más importantes de la ciudad y mi madre es escritora.

-S: ¿Tú madre es escritora?

-P: Sí, se llama Adela Meana. ¿La conoces?

-S: Sí, a mi madre le encantan sus libros. Sobre todo el de "El atardecer que tú y yo nos perdimos".

Pelayo, que hasta ese momento pensaba que la chica estaba fingiendo que conocía a su madre para no quedar mal como hizo aquella vez en la biblioteca, se sorprende al comprobar que realmente si sabe quien es y esta sorpresa se traduce en su cara de asombro.

-S: ¿Qué pasa?

-P: No pensaba que ibas a saber quien era mi madre.

-S: ¿Ves? Al final no soy tan inculta como pensabas. Mi madre va a flipar cuando se lo diga.

-P: Si quieres puedo decirle que le firme un libro para tu madre, no creo que le importe hacerlo.

-S: ¿En serio? No estaría nada mal.

-P: Pues luego se lo pediré.

-S: Oye y además de escribir, ¿que otras cosas les gustan a tu madre?

Pelayo mira a la chica confuso por su pregunta, la cual no se esperaba en absoluto.

-S: No me mires así, en verano quiero ir de viaje con mis amigos y me viene bien ganarme la confianza de mi madre, ¿sabes?

El chico sonríe genuinamente mientras niega con la cabeza.

-P: Pues además de escribir, tiene cierta obsesión por la mitología y la Historia.

-S: A mi madre también le gustan esas cosas, puede que por eso le gusten sus libros.

-P: Pero lo de mi madre roza la obsesión. ¿Por qué crees que me llamo Pelayo?

Mariposas Azules 🦋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora