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«Probablemente no era la peor cena a la que había asistido», reflexionó Kate después. «Pero le andaba cerca».

Louie los había recibido de forma extravagante, sus generosas curvas enfundadas en un tubo color rojo y con la sonrisa clavada en el rostro. Quizá de pronto se había dado cuenta de que iba a echar de menos a Neil.

Como siempre, la comida había sido deliciosa. Kate se había obligado a degustarla y alabarla, como si nada más le importara en el mundo.

Observó a Harry disimuladamente, tratando de ver más allá de su máscara, aunque sin conseguirlo. No había ofrecido ni una palabra que no le hubiera sido solicitada durante la cena. Quizá su silencio indicaba que también él comprendía que habían llegado a una especie de punto muerto en su relación, pensó Kate con agonía.

Y, de algún modo, en todo momento ella charló y rió, preguntándole a Neil por su nuevo trabajo, bromeando con las estrictas leyes saudíes sobre el alcohol. Sería afortunada si al día siguiente no padecía una afonía.

Pero a pesar de todos sus esfuerzos, la atmósfera alrededor de la mesa había mostrado todos los síntomas de un funeral.

También Neil había estado más silencioso que de costumbre. Incluso el entusiasmo que mostró ante la nueva aventura había parecido falso. Pero había reconocido que era un paso a lo desconocido.

—Y ante eso debes sopesar el valor de lo que dejas atrás —añadió—. Y me he dado cuenta que es incomparable.

Reinó un silencio incómodo, que rompió Louie al recoger los platos. Casi fue un alivio cuando después del café él se excusó diciendo que aún tenía que hacer las maletas.

—No ha sido una de mis mejores ideas —dijo Louie cuando Kate la ayudaba a llenar el lavavajillas.

—¿Estás segura de que quieres que se vaya? —preguntó Kate con cuidado.

—Tengo sentimientos encontrados —suspiró su amiga—. Hace meses me di cuenta de que Neil era como uno de esos vestidos que no quitas del fondo del armario porque te podría quedar bien si adelgazaras y te cambiaras el color del pelo.

—Él parece lamentarlo.

—Creo que firmó el contrato como un gran gesto hacia Helen, su ex —Louie hizo una mueca—. Con la esperanza de que la amenaza de su marcha conseguiría que ella volviera corriendo con lágrimas de arrepentimiento. El problema es que ella ha seguido adelante, como debe ser. Él es un buen chico, y para alguna mujer será un marido estupendo.

—Pero no para ti.

—Nunca en este mundo —sacudió la cabeza.

—¿Aún piensas en el otro hombre? —preguntó con suavidad.

Louie asintió con brusquedad, sin apartar los ojos del suelo.

—No dejo de preguntarme si debí esforzarme más, hacer que eligiera.

Entonces al menos habría sabido...

—¿Es demasiado tarde para averiguarlo?

—No lo sé —Louie mantuvo la vista apartada—. Quizá me asusta sacudir la balsa. Enfrentarme a las consecuencias.

—Pero si su matrimonio no funciona... si no es feliz, seguro que su mujer no querrá mantenerlo atado a ella.

—¿De verdad? —hizo una mueca—. ¿Y quién puede decir que ella ha notado que algo va mal? Quizá haya considerado que cualquier grieta en su matrimonio se debe al desgaste normal. Y quizá siempre es así.

—¿Hay niños de por medio? —preguntó Kate tras un titubeo.

—No. Creo que ese podría ser un factor importante del problema. Él quería una familia. Ella ha preferido su carrera profesional.

Bajo Sospecha - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora