III

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Me gustaría cambiar la realidad que tengo a mis ojos. Cuando me observo al espejo y me contemplo, en esos momentos de soledad donde sencillamente consigo detallarme...

Asco. Siento asco.

Desde los brazos delgados hasta ese par de ojeras bajo mis ojos que me hacen lucir famélico y enfermo. ¿Acaso tengo yo la culpa? ¿Pedí nacer con un mal aspecto? Odio cómo luzco, como hablo, como camino y me expreso. El solo mirarme al espejo me ocasiona un malestar repulsivo. Mi madre tiene razón cuando lo dice...

que doy asco. Por dentro y por fuera.

Últimamente he tenido pensamientos... intrusos. En esos momentos donde mi cabeza parece hundirse en los mares más profundos, sigo pensando en la posibilidad de morir. Las imágenes hipotéticas que yo mismo me creo consiguen revolverme el estómago. Me visualizo a mí mismo, tomando toda mi medicación y bebiéndola en tan solo un par de tragos. Las convulsiones, el desmayo... es como si tan solo de extender mi brazo fuere una posibilidad más allá de mi tonta imaginación...

También suelo imaginar lo que pasaría luego. Imagino a mamá, Ye Ji, incluso a mi tío encontrándome cuando ya sea demasiado tarde.

O tal vez, salvándome para asumir de nuevo la desgracia por la cual me encuentro envuelto.

Pero ambos sabemos que no corro con tanta suerte.

Sin cariño en lo absoluto,

                                Hwang Hyun Jin.

Arcadas.

Una sensación asquerosa que embarga su estómago, sintiendo su vista emborrecerse. Le arde la garganta y las lágrimas resbalan de sus mejillas. «Me odio» apenas ve el charco de vomito en el cesped como un borrón blanquecino, rosáceo y naranja al mismo tiempo. Su cuerpo empieza a balancear lentamente, su vista se ennegrece.

—¡¡Hyun Jin!! —es lo último que consigue oír.

—¡¡Hyun Jin!! —es lo último que consigue oír

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Las sábanas tienen aroma a lavanda. El movimiento es apenas receptible en su sistema nervioso cuando empieza a despertar, sintiendo como si un millón de botones pulsasen a pura presión en distintas áreas de su cerebro, martilleantes. Dolor de cabeza; consigue removerse lentamente, abriendo los ojos. La cabeza le pesa mil kilos.

«¿Dónde coño estoy...?»

El malestar le retuerce las entrañas como si las agitasen con un tenedor. Se gira en la cama, decidido a seguir durmiendo... hay otra persona a su lado, dándole la espalda. Un estallido aprsa su pecho y un movimiento brusco le hace caer de la misma, rodando. Ahoga un grito, levantándose despacio, notando como al parecer no ha despertado al otro. «¿Pero qué...?» se mira. No tiene la ropa de la noche anterior. «¿Qué demonios...?» No es la casa de Chris, lo sabe porque su habitación no tiene ese característico olor a hieba, frituras y cigarrillos. Un sentimiento de decaimiento. Tiene una sensación...

𝙽𝚘𝚝𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚞𝚗 𝚊𝚗𝚜𝚒𝚘𝚜𝚘 | HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora