VI

42 10 19
                                    

Me aterra lo efímera que es la felicidad, y pensar que somos igual de pasajeros me dan ganas de vomitar. Suelo preguntarme constantemente si yo conozco realmente el concepto real de la misma. He estado tan mal durante tanto tiempo que el solo pensar en ver la luz al final del túnel, es un enigma sin contestación, a fin de cuentas.

Tampoco he sabido jamás lo que se siente ser amado. 

Lo veo no más como una manera de aferrarse a la gente. Porque duele, querer lo hace, o es lo que siento con Chris y con mi madre: amar no significa menos que estar en un bucle de sufrimiento constante. 

Todas las personas que han oído de mí alguna vez, aseguran a ciencia cierta que soy una persona que ha pasado por muchas cosas y la cual cuya resistencia merece ser aplaudida.

No...

No soy más que un cobarde.

Un idiota de primera que se ha encasillado los últimos dieciocho años de su vida en cosas ridículas para huir del mundo real. No soy alguien admirable, ni un ejemplo a servir. Nada.

Yo soy nada.

La primera grieta en mi alma fue a los cinco años, si me permiten contárselos.

La abuela tenía un amigo muy cercano que se llevaba bien con toda la familia y juraba que yo era como un nieto suyo.

Juraba... Allí comprendí porque no debemos jurar en vano. 

La noche de mi cumpleaños número seis me profanó de maneras inimaginables. Mis sollozos de lamento, pidiendo que se detuviera, los quejidos, la sangre: era como si en un sádico interior aquello le satisfaciera. Una parte de mí ardía, suplicante por paz, rehusada a estar pasando por ello. Rogué a Dios porque aquel momento cesase, pero este se empeño en ignorar mis ruegos. 

No le importó que fuera un niño. 

No le importó romperme en ese momento. 

Desde entonces solo ha ocurrido daño tras daño, sabiendo que no podré tener reparo de todas las repercusiones. 

                                                                                  Sin cariño en lo absoluto, 

                                                                                                               Hwang Hyunjin. 

La ceniza del cigarrillo cae a los pies de Minho

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La ceniza del cigarrillo cae a los pies de Minho. Hyunjin contiene la respiración, poco acostumbrado a un buen trato por parte del mayor, precaviendo el golpe por mero instinto. Lee observa el gesto, arrugando la nariz.

—Jinnie. —la mano del castaño recae en el más alto, quién tiene la vista gacha—. No pasa nada, ¿sí? Mira...

Lee Know se deshace de la ceniza zapateándola, mostrando una media sonrisa. Hyunjin le observa con timidez, sus mejillas coloreadas en un leve rubor, la brisa invernal alborota su cabello y en el breve silencio que se forma en el ambiente, ambos conectan miradas. El interior de Hyunjin se revuelve.

𝙽𝚘𝚝𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚞𝚗 𝚊𝚗𝚜𝚒𝚘𝚜𝚘 | HyunInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora