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Lo encontré en la azotea, su perfil era muy llamativo, aunque sus lágrimas me hacían preocupar. Me acerqué lo más lento posible, ha pasado tres semanas desde que hablamos.
Te conté lo que pasó, tú me dijiste que había hecho bien, que aunque JiSung se ponga así, no durará para siempre. Te pusiste a hacer bromas de mí posible futuro con JiSung. Me hubiera reído sino fuera que te ví conectado a varios cables mientras que tu cuerpo reposaba en una camilla de hospital.
Querido pecoso, te queda poco tiempo.
Bueno, me senté a tu lado y me miró de reojo, suspiró y se alejó un poco, no quería que estemos así. Me acerqué más a él y, cuando se quería separar, lo tomé de la mano. Pude ver su pequeño sonrojo en sus mejillas, tienes mucha suerte de haber encontrado un chico así, Felix.
—Hablemos...
—Por eso me ignoraba, ¿no?— dijo de golpe e hizo que bajara la mirada asintiendo—. Já. ¿Qué gana con eso? Hizo que me preguntara cada momento si era yo el culpable de nuestro distanciamiento. Es algo patético.
—Sí. Lo es.
—Y tú... ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Cuando vea la lápida con su nombre grabado ahí?
—JiSung...
—¿Qué más te dijo que hicieras? Conozco a Felix como la palma de mí mano— apreté el agarre—. Así que dímelo.
Suspiró. Estaba en problemas, necesitaba de ti y tu no estabas ahí. Nunca creí llorar en un momento como ese, pero lo hice.
Levanté la mirada con lágrimas en mis ojos y miré sus ojos, observé todo su rostro, y con mí mano desocupada acaricié todo su rostro, creo que le gustó. Mi mano paró en su mejilla y antes de hablar me disculpé
—Me dijo que yo...— bajé la mirada—. Debía enamorarte.
El silenció no se hizo esperar. Todo lo que hago por ti, Felix.
—¿Tu aceptaste?
—Me iba a negar, te juro que lo iba a hacer... pero era lo que pedía Felix, no podía decirle que no, y menos en ese estado.
Él me miró confundido, preguntándose si al menos había sentido en todas las palabras que dije. Aunque pensándolo bien era estúpido, una idiotez.
No soy tú, Felix, no lo soy.
—¿Por qué aceptaste? Dime una buena razón para no enojarme más de lo que estoy con los dos.
Hice mí mayor esfuerzo para que mí mente creara la mejor mentira del mundo, pero no podía quitarme aquella bendita frase de la cabeza. Pensaba que era el mejor momento para decirlo.
Me acerqué a él y acaricié su mejilla, él la acostó en la palma de mí mano —me gustaba esto— mientras negaba con la cabeza. Nuestras miradas se conectaron y, como si sus labios fueran un imán, lo besé.
Él se quedó sorprendido y se separó de mí, viendo con confusión y miedo. No me puse a pensar en ti. Lo siento, Lix, en esos momentos sólo me importaba mí felicidad. Me volví a acercar y él no retrocedió, lo volví a besar, esta vez sí correspondió.
Nos separamos y uní nuestras frentes, podía sentir mis lágrimas cayendo y podía ver las lágrimas de Han chocar contra el suelo.
Lo siento, Felix.
—Me gustas...
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