Capítulo cinco.

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Heridas.

Los siguientes días después de aceptar que ya le quedaba poco tiempo, se la paso caminando cerca del lago y en lugares fríos, intentando que nadie notará las quemaduras en su piel.

Pronto llegarían las vacaciones de Navidad, y lamentablemente para él, se quedaría en el castillo. Con Severus y su madre muertos y su padre en azkaban, no había muchos lugares a donde fuera bienvenido, pero eso no importaba, pues desde hace cuatro años que no había ningún día que él se sintiera feliz de celebrar.

Se había hecho normal que para cuando empezará está época, todo se volviera mucho más lúgubre.

ᅳ¿te quedarás para Navidad? ᅳ preguntó sin curiosidad, ya sabiendo la respuesta. Harry, quien dejó de huir pero que aún desconfiaba de él, lo miró con sospecha. Le parecía gracioso que ahora Harry ya lo consideraba una parte de su rutina y era gracioso verlo evitarlo y esconderse de él, cuando en su sexto año el rol era al revés.

ᅳ no.

La respuesta no le sorprendió, sabía que Harry querría estar con los Weasley, porque seguramente pensaba que les debía algo por la muerte del gemelo fallecido.

ᅳentonces, espero que aceptes mí regalo antes de irte.

ᅳ¿puedes detenerte?

La respuesta lo confundió, y miró con extrañeza al moreno. ᅳ¿detenerme en dónde?

ᅳdeja de jugar, deja de insistir. Simplemente deja de perseguirme, de decir que te gusto, deja de bromear con eso y para con esto. No sé que quieres de mí, pero no conseguirás nada.

Manteniendo una sonrisa tranquila, y con las manos guardadas en el bolsillo de su túnica, miró fijamente a Harry e intento hablar claramente. ᅳMe gustas. Creas o no que es una broma. Me has gustado y no por el Salvador del mundo mágico, me gustas por ser tú. Ser Harry, el niño que me rechazó y con el cuál he tenido una rivalidad por seis años, me gustan tus lindos ojos verdes, me gusta tu cabello desordenado, me gustan como te quedan tus lentes, me gusta verte jugar al quidditch, y verte sonreír con tus amigos, la expresión que haces cuando comes una tarta de melaza y como tus ojos brillan de interés en las clases de DCAO.

Draco no paraba de nombrar las cosas que amaba de Harry, dejando al otro un tanto desconcertado por qué nunca había escuchado de alguien que le gustaran ésas cosas de él. Nunca conoció a alguien como Draco, que amaba cosas simples de él y aún así mantenían con firmeza sus sentimientos, y él quiso creer.

—me gusta verte sufrir en pociones con tu cara confundida sin saber que hacer, y como siempre ayudas a quienes no lo necesitan, un claro ejemplo soy yo. Harry estoy enamorado de ti, desde el lado más roto que tienes, hasta el que más me odiaba en tercer año. Tú, Harry Potter. Y está bien que no te guste, ni que sientas empatía por mí, no la busco. No busco nada de ti. Pero te agradecería que no opinaras sobre mis sentimientos por ti, yo sé muy bien que es lo que siento y eso no lo puede cambiar nadie, ni tú... ni yo.

El silencio los rodeo a ambos, Draco no sabía si iba a recibir otro rechazo, si está vez le dolería más o si seguiría fingiendo que no le molestaba que negaran sus sentimientos. Y Harry, quien no sabía si decir algo o no, no tuvo tiempo para golpear a Draco nuevamente o rechazarlo, porque Ron y Ginny, que aparecieron en un segundo, lo arrastraron lejos del rubio.

Draco los observó desaparecer a lo lejos del pasillo hasta que ya no los pudo distinguir, y se preguntó si aún era necesario perseguir a Harry. Sabía lo que costaba dejar la culpa, y reparar el corazón de una persona o su propia confianza, y él no podría hacer que Harry volviera a sonreír como antes.

Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora