Capitulo VI

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“El amor puede esperar aún cuando la razón desespera”.
George W. Lyttelton.

~×~

El día comenzó de una manera horrible. Llegar y ver a los padres de Mikasa fue uno de los momentos más intensos de su vida. Parecía como si se hubiese callado el ruido, no podía oír nada, sólo sabia que no quería que alejarán el cuerpo inerte de la azabache de sus brazos.

Su madre era un mar de lágrimas y su padre no podía salir de la impresión al ver su estado. Cuando dejó su cuerpo en la camilla todo comenzó a acelerarse, los enfermeros corrían para buscar los implementos y otros rápidamente verificaban las vitales  de la mujer, no pudo continuar ahí porque lo sacaron del lugar.

Al encontrarse en el pasillo, pudo sentir los brazos de Carla mientras lo abrazaba y lloraba en su hombro. El desconsuelo era evidente y él sólo pudo devolverle el gesto, púes justamente en ese momento lo necesitaba. Quería irse para terminar lo que había empezado, pero sabía que no lo encontraría ahí: el bastardo seguramente ya se encontraría en la enfermería de la prisión.

—¿Qué sucedió, Levi, por favor? — pedía explicaciones su madre, tan perdida como se encontraba él —dime, ¿quién le hizo esto a mi niña?

—No lo sé Carla — él respondió, intentando recordar algo —no lo conozco, pero créeme que pagará por todo lo que hizo.

—Fue Jean mamá —dijo Eren al llegar a su lado y golpear con rabia la pared —ese maldito hijo de puta lo hizo.

La señora enmudeció de la impresión.

—¿Quién es él? —cuestionó Levi, saliendo de su estado estupor —acaso él es...

—Sí, era algo así como la pareja de Mikasa. Ella me comentó que después de mucho insistir terminó dándole una oportunidad. Llevaba años enamorado de ella y terminó por aceptarlo, aunque fue más como una relación de prueba. Ella sabía que no saldría nada de aquello, pero quería demostrarle que nada cambiaría y creyó que sería la forma de que él dejará de molestar. Pero al parecer sirvió para que él se obsesionara más de lo que ya lo estaba.

Carla terminó de soltarlo de su agarre para mirar a Eren, cuestionándole con la mirada cada una de sus palabras.

—Si sabías todo eso ¿por qué no hiciste nada? —gritó ella acongojada.

—Mamá, Jean era nuestro amigo. Jamás lo creí capaz de algo así. Además, Mikasa tenía planeado volver a casa y alejarse de él. Yo tenía todo listo, lo siento tanto.

𝙰𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒ó𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora