Capitulo X

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La verdad era que no sabía cómo sentirse respecto a su regreso y mucho menos entendía el porque de su molestia. Tenía miedo y eso era muy malo. Jamás creyó sentir inseguridad respecto a una mujer, pues él siempre llevo las riendas de sus relaciones, pero Mikasa era completamente un cuento aparte: el amarla arruinaba todo, no lograba funcionar correctamente a su lado. A veces tenía miedo y otras veces sentía que sólo quería saltarle encima y encerrarla hasta que entendiera que sólo él podía hacerla feliz, pero lo que tenían no era suficiente para ninguno.

Eran dos personas llenas de problemas y complejos, la desolación era lo único que obtenía al intentar querer algo más.

El no sentirse capaz o merecedor de algo, lo destrozaba, ya que muchas veces dudó de su capacidad afectiva y esta vez había encontrado a la que prácticamente sería su cruz.
Por mucho tiempo sintió que por fin había encontrado algo bueno y duradero. Pero, cansado y harto de su mala suerte, se dejó perder en el recóndito mundo del alcohol. Un fuerte y dulzón olor a whisky llenaba sus fosas nasales antes de llevar el vaso a sus labios y verter grandes sorbos del líquido, logrando quemar su pecho y estómago que llevaba vacío desde la madrugada. No podía creer lo vacío que se sentía cada vez que su conciencia le repetía lo hipócrita que era con ella, pero simplemente era algo que no quería aceptar.

Llevaba casi una hora bebiendo sin descanso, cuando una linda pelirroja se acercó a él y le habló. No podía mentirse, ella era una preciosura, demasiado parlanchina para su gusto, pero le respondió a su coquetería, después de todo no tenía nada que perder.

—Me encantan tus ojos —dijo la chica sonriéndole mientras pasaba insistentemente uno de sus dedos por el escote de su vestido provocando que sus ojos sigan cada uno de sus movimientos.

«A ella también»

—Te...
Su frase fue interrumpida por aquella risa modesta y conocida que lo hizo fruncir el ceño inconscientemente.

—¿Qué sucede? —pregunto la chica poniendo su mano sobre la suya dejando caricias lentas y una pequeña mueca de confusión en su rostro.

—Nada. Sólo me preguntaba si te gustaría continuar esto en mi departamento —dijo él terminando el contenido de su vaso para ponerse de pie y escuchar su respuesta.

—Veo que no te andas con juegos —dijo ella para ponerse de pie, acercándose a él para terminar susurrando un “vamos ya”.

Al darse la vuelta y caminar entre la gente, la pelirroja tomó su mano y se dejó guiar. No era algo que le encantara, pero aún no era tiempo de ser un imbécil. Esquivó a la multitud y antes de salir de aquel club pudo ver a Mikasa y observar como ella al ver el agarre que llevaba con aquella chica sólo lo evitó, dándose vuelta no sin antes mostrarle un toque amargo en su rostro que él no se detuvo a entender.

𝙰𝚍𝚒𝚌𝚌𝚒ó𝚗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora