Capítulo 1 "¡¿En el nombre de mi amiga, que hechizo era ese?!"

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Los cambios fueron solo en las fechas de lo ocurrido, no coincidían con la fecha en el que está basado todo, porque si lo dejaba como estaba Rabastan tendría alrededor de seis u ocho años.

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Harry Gryffindor se encontraba batallando contra mago oscuro que quería entrar al castillo Gryffindor, lugar donde se encontraban su padre y sus tíos cerca de su lecho de muerte.

La espada de su padre en su mano derecha y su varita de Álamo temblón y pelo de Thestral en su mano izquierda. Sobre su cuello estaba el relicario de su tío Salazar, en su cabeza la diadema -entiéndase que la transformó en una corona para que fuese más masculino e intimidar a sus oponentes- de su tía Rowena y escondida tras su capa se encontraba el cáliz de oro que pertenecía a su tía Helga.

En su tiempo libre creó copias de los objetos de su familia para impedir su robo, cosa que comentó con su familia y ellos estuvieron misteriosamente de acuerdo.

Ahora, el mago oscuro lo miraba cínicamente, los dos sabían que uno debía de morir o si no sus objetivos nunca serían cumplidos.

- ¡Avada Kedavra! -gritó Harry viendo el rayo verde dirigirse rápidamente hacia su objetivo-.

El contrario sonrió cual psicópata antes de gritar su hechizo. - ¡Iter Mille Annis in Posterum! -un rayo blanco salió de la varita contraria y esquivó el Avada antes de chocar contra el pecho de Harry.

Sin saber que pasaría sonrió al ver el cuerpo muerto de su oponente en el suelo.

-Aun no entiendo como mi hermano pudo meter a su hija en el maldito de Peverell -masculló al ver que ese era el octavo mago que llevaba el símbolo de las reliquias escondidos tras su túnica-.

Incendiando el cuerpo se volvió hacia el castillo para celebrar su victoria con su familia, sin saber que esa sería la última con ellos.

A las doce de la madrugada ocurrió todo, Harry se encontraba cuidando el cuerpo anciano de su padre con sumo cuidado, aquel hombre dio su vida -literalmente- por él y era lo mínimo que podía hacer por su padre.

-Te amo mucho padre -murmuró esas palabras cerca de los labios del anciano que lo miraba con amor-.

-Toma esto -dijo con cansancio Godric Gryffindor-. Este anillo te hace el único heredero de las casas de Hogwarts, fue creado por los enanos que vivían en las cuevas del sur y están ligados a nuestros objetos familiares, nunca te lo quites, tienen nuestra esencia en él -terminó antes de toser con dificultad-.

-No te sobre esfuerces padre y te lo juro por mi propia vida que nunca me quitaré el anillo familiar -respondió besando los labios de su padre-.

-Se que lo harás hijo, será mejor que a dormir, los elfos se encargarán de tu anciano padre -dijo en una sonrisa-. Ve mi niño, te extrañaré muchísimo.

-Lo dices como si fueras a morir -refutó con una media sonrisa-.

-Solo ve y se feliz -contestó sin darle más vuelta al asunto-.

-Está bien, te amo padre -y con ello salió del cuarto principal y fue a despedirse de sus tíos, repitiendo el mismo proceso-. Mañana me encargaré personalmente de Peverell -dijo mientras se acomodaba para dormir-.

Con la espada de su padre en su vaina colgando de su cadera, el cáliz guardado junto a la vaina, su varita dentro de su funda, el anillo en su dedo anular derecho, el guardapelo en su cuello y la corona sobre su cabeza se fue a dormir, uno nunca sabía cuándo podía necesitar algunas de esas cosas.

Amor en el futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora