Capítulo 7

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Lele

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Lele

Miércoles 28 de septiembre

Cuando despierto esta mañana, me quedo mirando el techo de mi habitación por quién sabe cuánto tiempo. ¿Anoche realmente ocurrió? ¿Edmund McMillan en serio está en Westwood Hills?

Me recorre un escalofrío que me obliga a sacudirme e incorporarme.

Sentada en la orilla de la cama, contemplo las nomeolvides que están justo en frente de mí, en el jarrón sobre mi escritorio. Las de color más vívido son las que él me dio anoche. No las encontré en el piso o en ningún otro sitio, Ed me las entregó en mis propias manos.

Muerdo mi pulgar de forma nerviosa mientras pienso, abrumada, en lo que significa que Ed esté aquí. No solo en la ciudad, sino que en la misma universidad que yo.

La verdad es que me asusta como el infierno.

Anoche mi pulso se aceleró y se me descompuso el ritmo cardiaco en cuanto reconocí su voz en medio del caos. Pensé que estaba alucinando, pero no. Sus impresionantes ojos grises, con un toque de verde en ellos, se encontraron con los míos después de dos años y removieron en mi interior cosas que no había sentido en un largo tiempo.

Un par de golpes en la puerta me hacen sobresaltar y mirar en esa dirección.

—¡Lele! ¿Puedo pasar? —es Blair.

—Sí, adelante —respondo mientras llevo las manos a mi cabello para arreglarlo un poco.

La puerta se abre y Blair, con sus enormes pantuflas de patas de oso, entra. Enseguida viene a sentarse junto a mí. Parece que ella también se acaba de despertar.

—Voy a hacerme un smoothie de fresa con coco para el desayuno. ¿Te apuntas?

Le echo los brazos alrededor y dejo caer mi cabeza en su hombro con un bostezo.

—Me apunto, mamá Blair.

Ella apoya su cabeza contra la mía.

—Sabía que podía confiar en ti. Las otras dos me despreciaron.

Rio.

—Ella se lo pierden.

—Sí, ya sabes cómo son... —Hace una pausa en la que exhala, pensativa—. Oye, por cierto... —Siento que me mira, así que levanto la cabeza para verla también.

—¿Sí?

Su frente se arruga y sus ojos color oliva denotan inquietud.

—¿Va todo bien? Anoche llegaste y no hablaste con nadie. Nos quedamos un poco preocupadas. Incluso Gruñón se mantuvo un buen rato fuera de tu puerta porque no bromeaste saludándolo con una reverencia...

Hago una mueca y suspiro mientras me froto un ojo.

—Cory Morgan me fue a buscar anoche a la salida de mi ensayo.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora