Capítulo 8

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Ed

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Ed

Viernes 30 de septiembre

Si algo aprendí con Jayden y la enfermedad que padeció, es que cada minuto es precioso y no hay razón para desperdiciarlos. Tal vez pude parecer un tanto impulsivo al pedirle una cita a Lele mientras hablábamos anoche por teléfono, pero fue inevitable.

Ella me gusta tanto o más que antes y tengo la sensación de que soy correspondido. ¿Para qué alargarlo, entonces? ¿Para qué ocultar lo que siento y esperar? Prefiero ser honesto con mis sentimientos. Si al final no funciona, al menos lo habré intentado.

Ahora solo debo esperar su respuesta.

—La próxima vez que me guste alguien solicitaré tu ayuda, sensei —dice Micky, que ha empezado a venir conmigo al gimnasio del campus para ejercitarse—. Todavía me da escalofríos recordar tu conversación de anoche... —Él deja las mancuernas en el piso y simula un teléfono con la mano mientras pone cara dramática—. ¿Bailarina? Vayamos a una cita... —me imita con voz igual de teatral que su expresión, lo que me hace rodar los ojos y reír—. ¡Ahh! —se frota los brazos el muy payaso—. Mucha intensidad, necesito aprender de ti.

—Ella ni siquiera dijo que sí.

—Pero ha dicho que lo pensará, ¿no?

Asiento.

—Ya veremos qué pasa.

Micky vuelve a tomar sus mancuernas y me da un guiño.

—Un poco más de confianza, sensei. Que igual si tu bailarina dice que no, veo por allí un par de chicas que se ofrecerían de voluntarias para ir a una cita contigo.

Miro con disimulo hacia donde Micky me indica con un gesto y descubro a dos chicas que parecen muy pendientes de nosotros mientras hacen su rutina de ejercicios.

—Ya, vale. Pero ¿quién te dice que me miran a mí y no a ti? No se puede decir a quién de los dos están mirando.

—Vamos a ser optimistas y pensar que es a ti. Porque si me miran a mí, las pobrecillas terminarán decepcionadas. Comprensible porque... mírame —bromea—. Pero ¿qué se le va a hacer? Me gusta lo que me gusta.

Rio y niego con la cabeza.

Terminamos con nuestra rutina de ejercicios poco después. Cuando salimos del gimnasio más tarde, nos despedimos chocando los puños para ir a nuestras respectivas clases.

—¡El partido es a las siete! —le recuerdo.

Él se lleva dos dedos a la frente y hace un saludo tipo militar.

—¡Ahí estaré, sensei!

Hoy jugamos en el estadio de las Panteras, así que Micky dijo que iría al partido. Lo veo marchar por un instante y luego me apresuro a ir a mi clase. Al llegar, Janine me saluda con la mano desde su asiento en el fondo del aula, así que enseguida voy a ocupar el lugar vacío junto a ella.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora