Capítulo 6

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Ed

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Ed

Martes 27 de septiembre

¿Es el universo el que se opone a que me reúna con mi bailarina o se trata solo de que no he elegido el mejor momento para acercarme a ella?

Ha pasado una semana entera desde la vez que la vi por casualidad mientras me dirigía al Subway por algo de comer. No me tomó mucho esfuerzo averiguar que el edificio al que entró es uno de la facultad de Bellas Artes, algo obvio porque ella siempre habló sobre venir a este lugar por el programa de Danza Clásica y por una profesora a la que admiraba.

Al día siguiente recorrí los pasillos de ese edificio con la esperanza de encontrármela de nuevo, pero no sucedió. Sin embargo, sí me topé con un tablero de avisos donde leí su nombre en una lista que indicaba que podía hallarla los lunes, martes, jueves y viernes en un estudio llamado Luna de seis a ocho p.m.

Así que el jueves compré un pequeño ramo de sus flores favoritas, las nomeolvides, y fui a buscarla cuando terminó mi entrenamiento. Lele seguía ensayando y yo no pude evitar observarla con una sonrisa a través del pequeño círculo de cristal en lo alto de la puerta que nos separaba. Verla bailar es un deleite, y no solo por el hecho de que posee un cuerpo admirable que altera mis hormonas. Es que ella baila como si estuviera soñando y contemplarla bailar de esa manera me hace sentir parte de su sueño. Es una locura. Supongo que además de gustarme, siempre la he admirado.

—Entonces, déjame ver si lo entendí bien —dice Micky con cara pensativa—. La primera vez no pudiste hablar con ella porque te pilló el profesor aquel...

—Ernest Ripley, sí. —Ruedo los ojos al recordarlo—. El tipo me acusó de conductas acosadoras y me obligó a ir a su oficina para darme un sermón por «espiar» chicas.

—Aunque se puede decir que sí lo estabas haciendo...

—Ha sido un malentendido, joder. Pero vale —resoplo—. Supongo que el hombre solo intentó hacer algo bueno y es agradable saber que no tolera ni alienta a los acosadores.

—Y la segunda vez llegaste antes de las seis, pero tuviste que irte al partido así que solo le dejaste las flores en la manija de la puerta.

—Ojalá las haya visto, aunque no es que pudiera enterarse de que se las dejé yo.

—¿Por qué no solo pusiste una nota con las flores? —pregunta Micky con tono y expresión de «¿el cerebro lo usas o solo lo tienes de adorno, mi amigo?».

—Porque no llevaba lapicero ni papel encima, hombre. —Tiro de mi cabello con frustración—. Y ayer, de nuevo, el plan era dárselas en persona...

—Pero saliste corriendo antes de poder hacerlo.

—Porque el entrenador Rogers me habló y me pidió que regresara al campo a recoger lo que me había olvidado por salir a las prisas. Dejé las flores entre unos arbustos, por si acaso. Cuando regresé ya no estaban y tampoco ella.

El plan perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora