Lele
Martes 25 de octubre
Esta vez, cuando termina mi sesión con la señorita Claremont, no tengo lágrimas inundado mis carrillos. Hoy hemos hablado sobre mi llegada a la Universidad de Westwood y esos primeros días aquí. Creo que me ha resultado más sencillo relatárselo a ella luego de haber hablado de todo esto con Ed.
Ella me da sus observaciones cada tanto, como siempre hace, y me invita a reflexionar sobre las cosas. Me agrada que la señorita Claremont nunca intenta imponerme ningún pensamiento, me deja llegar a las conclusiones por mi cuenta. Le conté lo que la profesora Simmons dijo sobre mi cuerpo y ella solo me miró con esa chispa sagaz en los ojos, enarcó las cejas y me preguntó: ¿y te parece que tiene razón?
Me dio la impresión de que estuvo contenta cuando le respondí que no. Que el hecho de que mi pecho o mi trasero sean más voluptuosos que otros no me hace ni mejor ni peor bailarina que la mayoría. Ojalá hubiese pensado así en el pasado, ojalá no hubiese comenzado a rendirme entonces. Puede que no me diera cuenta hasta ahora, pero creo que eso fue lo que hice en aquel momento. Comenzar a rendirme.
Como quedé de verme con Ed a las once, al dejar atrás el edificio donde se ubica la oficina de la señorita Claremont me dirijo a la fuente de la plaza principal del campus. Antes de llegar al punto de encuentro, una ceñuda chica de pelo marrón se atraviesa en mi camino.
Enarco las cejas hacia ella.
—Ya debes estar feliz, ¿no es cierto? —me reclama con una mirada resentida que, por un instante, me desconcierta—. Perra.
Una rubia de pelo corto enseguida se acerca, la rodea por los hombros y la aleja de mí diciéndole que no vale la pena. Contemplo el camino que han tomado ambas chicas y luego sacudo la cabeza. No tengo idea de qué carajo ha sido eso. Quizá ella cree que me he acostado con su novio, por desgracia no me extrañaría.
Recorro sin más demora la distancia que me falta para llegar a la fuente y me encuentro allí con Edmund.
—Hola. —Él me ofrece una sonrisa ladeada y luego se inclina a presionar un beso en mis labios que me provoca una sonrisa tonta—. ¿Todo bien con ellas? —señala hacia atrás, lo que me deja en claro que se dio cuenta del encuentro que tuve.
—Sí... no tengo idea de qué sucedió ahí. —Arrugo la nariz y me encojo de hombros—. Ni siquiera me interesa averiguarlo.
—Muy bien. —Me ofrece la mano—. Tenemos una hora, ¿adónde quieres ir?
—Um... ¿Subway?
Ed se ladea para presionar un beso en mi sien izquierda.
—Vamos, entonces.
El Subway está algo retirado desde este punto del campus, pero no importa. Ed y yo caminamos tomados de las manos hasta allí. La gente todavía se detiene a darnos miradas y cuchichear, pero me esfuerzo por ignorarlos. Es lo que hacía antes, lo que Keira me enseñó.
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El plan perfecto
Roman d'amourLele tiene el plan perfecto para retomar las riendas de su vida, resistir al infierno llamado universidad y luchar por aquel sueño que había dado por perdido. El nombre de Edmund no figura en el proyecto. Sin embargo, luego de un inesperado reencue...