●14 - 15○

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Luca estaba exhausto, aunque ya hubiese recibido varias clases de gimnasia, nunca podría acostumbrarse el ritmo tan duro al que trabajaban los niños humanos.
Sentía que no aguantaría levantarse de su cama en todo el fin de semana, pero claro que en ciertos casos olvidaba el cansancio y recobraba energías de...ni siquiera él sabía dónde.

El timbre de la puerta sonó alertando a todos en aquel departamento.
-¡Luca, debe ser para ti!- indicó la madre de Giulia desde la otra habitación, seguramente la mayor se encontraba pintando su siguiente obra.

Paguro no lo pensó dos veces y corrió hacia la puerta, seguido de la mascota canina de la pelirroja.
-Quieto chico, no quiero que babees la carta como la última vez- río el joven al recordarlo.

-¿Luca Paguro?-
-Sì-
-Correspondencia desde Portorrosso- dijo, para dejar en sus manos un pequeño paquete junto a la preciada carta.
-Grazie-

De: Alberto Scorfano Marcovaldo.
Para: Luca Paguro.

Leyó aquel papel pegado a la cajita. No era la primera vez que su amigo le enviaba recuerdos de su hogar, pues ya antes le había dado pequeñas corazas de colores, corales y así, pero cada vez que veía uno de esos paquetes llegar no podía evitar emocionarse.

Decidió leer la carta antes que lo demás, así que acomodándose en su cama, procedió.

Dolce Luca

No creas que he olvidado algo tan importante como tú cumpleaños. Solo lamento que tú obsequio haya llegado días después, pero sé que te va a encantar.

Perdona que algunas de las páginas estén mojadas, es que iba a envolverlo junto a tus padres, hasta que recordé que el papel y el agua no se llevan bien.
Pero aún es rescatable.

Dile a Giulia que también le tengo un regalo preparado, lo pensamos junto a papá.

Hablando de él, ¿Sabes que me obsequió un cuchillo para mí cumpleaños?
Y no solo eso, también me enseñará a usarlo, estoy emocionado.

Te veo en el verano, disfruta tu regalo.

Te quiere,
Alberto Scorfano Marcovaldo.

Luca no quitaba esa sonrisa boba que adoptaba cuando se trataba de Alberto, esa sonrisa que puso en la última despedida que tuvieron, esa misma que mantuvo en toda la lectura de la carta y esa misma que seguía sosteniendo ahora.

Dejando el papel cerca de sus sábanas, destapó la cajita con sumo cuidado y sacó de su interior un libro considerablemente grueso.
"El señor de los anillos", susurró.

Dio una ojeada a su contenido y corroboró el estado del libro, en efecto tenía algunas páginas mojadas, pero la letra aún era legible.

"Recordó que me gusta leer", suspiró.

-Bueno, será mejor que le escriba una respuesta pronta- hablaba el castaño con el perro. -Caro Alberto....Hmmm no, mejor...

Dolce Alberto
...

⛵🌊🛵🍦

Durante la primera semana de sus vacaciones, Luca notó un comportamiento extraño en Alberto; cada día que iban de pesca, el muchacho conservaba el doble de pescado insistiendo que eran para Machiavelli.
El menor sabía que es cantidad no podía ser para un solo gato y estaba en lo cierto, ya que una de esas noches observó a una gatita entrar por el techo de la casa.

Entró al cuarto, saludó al gato de Giulia y ambos procedieron a comer juntos para luego quedarse dormidos.

-Alberto, ¿Por qué no me lo habías contado antes?-
-Es solo una minina que visita a Machiavelli, la gatita de la vecina. Se llama Victorie-
-Aw, Machiavelli está enamorado- dedujo Luca, mirando ambos bultitos peludos.
Alberto se alteró por la palabra: -¡¿Amor?! Claro que no, es solo su amiga-
Paguro negó con la cabeza y sonrió para si.

-¿Quieres que te cuente lo nuevo que he aprendido?-
Alberto volvió a verlo dudoso.
-Es sobre Astronomía- rió al ver la cara del otro chico a su lado.
-Oh, perdona. Por supuesto-

Pasaron de ver a dos gatitos dormir sobre sus acolchonados estómagos, a ver estrellas en el escondite de Giulia.
Luca señalaba al cielo, nombrando algunas constelaciones que había memorizado para sorprender a su amigo, esperaba ser lo más preciso posible.
El contrario intentaba concentrarse, pero el brillo en los ojos de Luca era muy hermoso para ser ignorado. Le fascinaba como él podía emocionarse con tan solo hablar de estrellas.

-Aquí las estrellas se ven hermosas- suspiró el menor, pues allá en Genova a penas y se observaban.
Aunque no se quejaba, las luces de la ciudad también eran sublimes.

-Si, son hermosas- "Pero no tanto como tú"
Tras responder, inclinó su cabeza hasta colocarla en el regazo del castaño.

No debió hacer eso.
Ya que al instante se quedó dormido, con un Luca velando sus sueños y acariciando sus cabellos.

🍦🛵⛵🌊

Dió un último vistazo al interior de la tienda, donde el tesoro para el que estaba ahorrando esperaba por él.
Talvez fuese a necesitar unas cuantas reparaciones, pero valdría la pena.

Bajó el escalón y corrió hacia la estación donde Luca esperaba por él.

Alberto juntó sus frentes antes de abrazarlo y oler su perfume, su amigo realmente olía estupendo.
A Luca le pareció que esa despedida podía ser un poco más interesante; ni lento o perezoso, besó la punta de la nariz del moreno y depositó un piquito lo más cerca que pudo de sus labios.

El mayor ni siquiera notó cuando el tren desapareció entre las montañas. Solo Luca sabía como dejarlo sin habla.

-Pero...ay no, Luca. ¿Qué significa?-

"¿Estamos hablando del saludo o de otra cosa?"

-Ya basta Bruno- se quejó.

○° Piacere, Girolamo Trombetta •●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora