¿Qué significa?

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●25 - 26○

Las risas de los niños se escuchaban fuera del salón, pues estaban en su clase de fútbol que correspondía a esa semana.
Desde que la escuela estuvo terminada, los pobladores no dudaron en mandar a sus pequeños a estudiar.

Los niños disfrutaban mucho de ella, se sentía agradable aprender cosas nuevas.
Los padres de los infantes apoyaban a los jóvenes maestros con lo que podían, de vez en cuando les daban la ayuda económica que les era posible y otras cuantas algo de fruta fresca, pasta y otros bienes que pudieran llegar a necesitar, esto como muestra de agradecimiento ante la educación de sus hijos.

Alberto hizo sonar su silbato, indicando que el tiempo de la clase había llegado a su fin: -Eso es todo por hoy, espero verlos mañana temprano para su primera clase- indicó.
Los niños se despidieron de su maestro y corrieron a sus casas.
La rutina era simple, clase de Biología con el maestro Pablo, Matemáticas con la maestra Giulia y Literatura con el maestro Luca. Aunque para los niños, sus favoritas eran los deportes con el maestro Alberto; estas variaban de natación, fútbol y otras cuantas. En síntesis, no había lugar para el aburrimiento.

-Esta fue una muy buena idea Luca- felicitó la peliroja mientras caminaban los 4 a casa. -¿Qué opinan de un buen plato de pasta para celebrar?-
-Sabes que nunca me podría negar a eso- contestó el castaño, adelantándose con su amiga.

Tras ellos, Pablo y Alberto caminaban lo más tranquilos posible; bueno más o menos así, ya que el pecoso tenía algo muy importante que cuestionarle al pelinegro.
-Oye Berto- su cuñado fue el primero en llamar su atención. -Te noto algo distraído últimamente. Es decir, tu ya lo eres pero en un buen sentido...ahora, solo me preocupas-
Si el rizado hubiese estado en sus 5 sentidos, Pablo no hubiera vivido para bromear otro día. Pero en cambio, Alberto solo soltó un suspiro: -Es que...Tú, ¿Cómo reunirte el valor para pedirle a mi hermana que se casara contigo?-
-Wow, eso definitivamente no es lo que pensé que dirías-
-Necesito que me des consejos. No sé a quién más recurrir- Alberto tomó a Pablo de sus hombros y lo sacudió de forma frenética. -Papá es un poco anticuado en cuanto a... bueno todo-
-Primero lo primero cuñadito- intentó tranquilizarlo. -¿Tienes el anillo?-
El moreno asintió repetidas veces, había estado ahorrando lo suficiente para comprar uno.
-Puedes proponércelo en algún lugar especial para ambos- ofreció.
Ante esto, hubo uno solo el cual llegó a la mente del contrario.
-Creo que tengo una idea- dijo decidido.
-Bien. ¿Entonces a qué le temes?-
-¿Qué me asegura que aceptará?-

Pablo parpadeó incrédulo ante la pregunta y dijo: -Voy a hacer como que no escuché eso, ¿Ok?-
-¿Qué?-
-¡Amigo, ustedes dos están literalmente hechos el uno para el otro!- esta vez fue el turno de Pablo de sacudir a Alberto por los hombros. -¿Y aún así tienes el decaro de decir eso?-
El rizado no respondió, solo escuchó.
-Solo confía. Deja de hacerte cuestionamientos fuera de lugar, ve allá y dícelo-

El rostro del pecoso se vio adornado por una sincera sonrisa, para luego abrazar a su compañero y agradecerle.
Pablo tenía razón, no perdía nada con intentar.

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-¿Ya puedo abrir mis ojos?- preguntó Luca en un risita. Alberto había dicho que le tenía una sorpresa, por lo tanto le había hecho cerrar sus ojos y ser guiado por su novio hasta el dichoso lugar.
-No dejes que me tropiece, te lo advierto- continuó en el mismo tono jocoso.

-Tranquilo, te tengo- dijo, afianzando aun más su agarre en el menor.

Unos cuantos pasos más y soltó suavemente al castaño para decirle al oído "Ya puedes abrirlos"

○° Piacere, Girolamo Trombetta •●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora