¿Por qué? (Roni)

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Estaban en el coche. Carlo era el que conducía y Toni se encontraba de copiloto en el Ferrari del menor de los dos. Iban al despacho de Salinas, a recoger el dinero que el rubio no había tomado el día anterior por una causa que ni siquiera él sabía. El volver a ver al abogado no le era un problema, o al menos de eso quería concienciarse. Llegaron y Carlo no tardó en bajar rápidamente para adentrarse en el edificio  con el fin de encontrarse con el alcalde, siendo éste también su limpiador de dinero. El mayor en cambio se tardó en salir del coche, observando su alrededor, yendo de forma lenta a la entrada de dónde debía ir. 

Subió por el ascensor y lo primero que escuchó nada más salir de éste fue a su hermano canturrear el nombre del más bajo mientras rozaba su navaja por toda la pared que se encontraba en el pasillo. El de ojos azules rio mientras lo seguía para acabar en frente del escritorio del mexicano. El último mencionado estaba algo agitado apretando el botón de encendido y apagado del ordenador. Esto no pasó desapercibido a los ojos de los hermanos. 

-Salinas...- dijo el de cabello más largo entre aquellos tres, fingiendo un tono decepcionado-. ¡Qué guarro eres!- se tapó los ojos mientras negaba con su cabeza-. 

-¡U-ustedes no avisan cuando van a aparecer!- tartamudeó un poco-. 

Carlo decidió ignorar la situación pues estaba deseando tener el dinero que les pertenecía tras haber perdido más de un millón en el casino. Raúl notó la desesperación, no solo del menor sino de ambos, que tenían y preguntó que cuál era la razón. El del pelo castaño rubio soltó sin reparo que lo necesitaba para volver a apostar y recuperar lo que había perdido. Eso, era de esperar, pero lo que le resultó de sorpresa fue que no solo era Carlo el que había perdido dinero sino que Toni también carecía de dinero. 

-Bueno- el alcalde se puso de pie, colocando bien su traje-.Parece ser que la ludopatía es algo de familia...- rio por lo bajo, rodeando su escritorio, yendo a la parte de los sofás-.

-Mira, Salinas. Prefiero ser ludópata que un guarro- soltó ahora el Gambino menor, escuchándose a su hermano añadir el adjetivo "lechoso"-. 

Salinas no añadió nada más, solo carcajeó un poco, esperando que sus no invitados se sentasen donde quisiesen. Carlo se sentó en medio del sofá y Toni en el sillón de la derecha del moreno. Aprovechando que lo tenía a mano, se acercó al rubio y colocó una mano en el hombro, agachándose un poco y le susurró:

-Toni... Yo pensaba que eras más responsable, eh. No me esperaba esto de un tan buen muchacho- su voz salió algo ronca por el tono que utilizó. Tan pronto como terminó de decirle eso se estiró e hizo su típico gesto de tocarse la americana-.

El mayor de los hermanos tragó saliva y se quedó estático, notando como sus mejillas se sonrojaban un poco. Intentando desviar la mirada, por casualidad, chocó con la de Carlo, la cual expresaba confusión ante su reacción. Toni, al ver que su hermano se le había quedado mirando, no quería darle una impresión errónea de la situación. Sea lo que fuese que se pudiese imaginar, seguro que estaba en lo incorrecto. Por lo que, carraspeó un poco antes de levantarse y empujar a Salinas con un poco más de fuerza de la que le hubiese gustado aplicar:

-¿Pero quién te crees para hablarme así, Salinas?- dijo imitando una risa de superioridad. Ante esto, Carlo aprovechó y se colocó junto a su hermano con su arma en mano, apuntando al abogado-. 

-Eso, Salinas. Que trabajas para nosotros, eh. Que no se te olvide. A ti no te importa lo que haga ninguno con su dinero- sonreía como un niño pequeño-. 

-Ay, no- se quejó por lo bajo-. ¿Qué te pasa?- dijo lastimero, sobandose el pecho, por donde le había empujado el rubio-. Solo era una broma, wey, ya cálmense.