XIV. Omega maldito.

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La primera vez que Ji Min decidió que quería formar una familia sucedió cuando aún estaba obsesionado con Nam Joon. Le comunicó a su padre sus deseos de tener un hijo aunque no fuese de Nam Joon y que además quería hacerlo solo, entonces Seo Joon le sugirió una inseminación artificial. Lo cierto es que, aunque Ji Min no hablara nunca de ello, no era la segunda, sino la tercera vez que se embarazaba.

Después de conocer a Chan Yeol y haber salido juntos por un tiempo sin llegar siquiera a tomarse de las manos decidió pedirle el favor de que le donara su semen, no quería tener un hijo de un desconocido y él era el único amigo, aparte de su padre, que Ji Min tenía; por supuesto, Chan Yeol no se negó, la idea de ver a Ji Min llevar su hijo en su vientre le hizo sentirse entusiasmado y sin pensarlo dos veces le dio su semen para que él hiciera el resto con los médicos, con la condición de formar parte de la vida del pequeño, aunque no fuese como la pareja de Ji Min, él logró embarazarse, incluso iba a tener a su hijo sin haber sido penetrado por ningún hombre, alfa o beta, por lo tanto, era virgen, aunque Nam Joon no estaba tan convencido de que Ji Min hubiese concebido a su hijo sin haber tenido intimidad con Chan Yeol. En el primer ultrasonido Ji Min supo que esperaba gemelos y su felicidad se hizo más grande cuando al pasar de los meses el doctor le dio la noticia de que eran dos niñas, no podía estar más emocionado, habían comprado todo lo necesario para sacarlas del hospital el día del parto, su habitación estaba lista y llena de juguetes y todo lo que podría usar un bebé recién nacido para sus cuidados, pero toda aquella felicidad no duraría mucho; ocurrió una fría noche de invierno, Ji Min comenzó a sentir dolores, aunque no era tiempo, el parto se había adelantado, así que buscó ayuda de su padre, que enseguida lo llevó con su doctor, pero la desgracia siempre habría de seguir al omega, una de las pequeñas murió al nacer con problemas respiratorios y la otra poco después, estaba devastado, aquella había sido una de las peores experiencias de su vida.

Todos los recuerdos de los tragos amargos que le había dado su destino habían vuelto cada día que se sentaba al pie de la ventana a esperar a Tae Hyung volver con Jung Kook, llegó a pensar que estaba maldito, que la felicidad no había sido hecha para él y le llenaba de temor imaginar que Jung Kook había sido víctima de la maldición de su destino que cada vez ideaba nuevos trucos para hacerlo sufrir.

Viendo al alfa echado sobre la cama dio un par de pasos hacia él, sus pies estaban colgados, pegados del suelo y sus manos extendidas, sus ojos estaban cerrados, como si estuviese dentro de un profundo sueño del cual Ji Min no lo quiso despertar, por muy emocionado que estaba por volver a verlo, en parte porque imaginaba que estaba descansando por la pelea que supuso que tuvo junto a Tae Hyung y también porque de su cuerpo emanaba un olor que le parecía nauseabundo, lo cual le hizo retroceder, olía a lavanda y ese era un aroma que jamás podría olvidar, le hacía recordar a Solar. Pudo notar marcas rojas en la piel de Jung Kook, pero supuso que se trataba de golpes que pronto sanarían, jamás imaginó que se trataba de las marcas de labial que con esfuerzo Tae Hyung había borrado.

Soltó un suspiro, volviendo a acercarse a él, inclinándose para verlo de cerca, acariciando su mejilla, sintiendo su respiración suave a pocos centímetros de él.

- Ya estás de vuelta. –susurró Ji Min.- no pienso soltarte...

Dejó un beso en la frente del alfa antes de separarse y abandonar la habitación, quería dejarlo descansar y además ir a ver cómo se sentía Tae Hyung, así que bajó las escaleras, parecía que Yoon Gi aún cocía algunas heridas que necesitaban un par de puntos de sutura, pero notó que con su presencia ellos dejaron de hablar de repente y el ambiente había cambiado.

- ¿qué pasa? –dijo Ji Min.- ¿ocurre algo malo?

- No... -respondió Tae Hyung.-

Víctima del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora