Cuestión de fe.......Parte I

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—¿Puedes repetir eso?

No acababa de creerlo.

—Mi nombre es Percival.

La forma. Las probabilidades... No podía creerlo, pero ahí estaba. La respuesta a su cruzada.

Ringabel sintió ganas de llorar de felicidad, de reír incluso.

—¿Qué carajos?

Le preguntó al mundo.

Al principio pensaron que estaba embarrado hasta las orejas, pero en seguida se dieron cuenta por el espantoso olor que estaba cubierto de caca. De los dos, Ringabel fue el único que reconoció que eran heces de lagarto gigante, y eso es lo que le había salvado la vida al joven. Ese camuflaje y el estar inmóvil habían ocultado su aroma y temperatura corporal de los depredadores. Nunca se le había ocurrido esa opción.

—Ha dicho que se llama Percival, Ringabel, lo lograste —le celebró Paimon.

—E-Eso es un hada?

El niño estaba patidifuso, a pesar de haber visto a los lagartos gigantes, Paimon era otro tipo de rareza, y además hablaba la misma lengua.

—Ah, ¿esto? —dijo señalándola—. Nah, es mi mascota. Puedes acariciarla si quieres, o jugar a lanzarle el palo...

Paimon se lanzó contra Ringabel y le mordió la oreja como si fuese un can de verdad.

Ringabel gimió de dolor y le suplicó gestualmente que lo suelte.

Percival rio con la escena.

—Es una linda mascota.

—Gracias —sonrió Paimon tras soltar a Ringabel, hasta que se dio cuenta, entonces se puso las manos en la cintura y flotó hacia él—. Oye niño mierda, ¿a quién llamas mascota? —le reclamó.

—Paimon —le llamó la atención Ringabel—. ¿No ves que eso le salvó la vida? No es que haya tropezado. El chico es un genio.

Paimon refunfuñó y se cruzó de brazos.

De pronto los tres echaron a reír. Pero nadie levantaba la voz, pues aún no olvidaban donde se encontraban.

La risa de Percival pronto se transformó en el principio de un llanto. No podía contener la emoción de ver a alguien más. Su corazón se habría desgastado por el miedo, los nervios y la lucha psicológica entre perder la fe o insistir rezando. En el fondo seguramente ya se había dado por muerto más de una vez.

Se secó las lágrimas como pudo e intentó mantener la compostura un instante, también tenía dudas.

—P-Pero no entiendo... ¿A-Acaso ustedes m-me buscaban? —dijo confuso entre sollozos.

Ringabel asintió con la sonrisa dibujada, sus ojos aún incrédulos, se posaban en el chico, en la nada, y en el chico otra vez. Repentinamente se sentía más agotado. Estaba consciente de que aún tenían que salir, pero por un momento se sintió como si no fuese así, como si ya hubiera terminado todo.

Si lo sacaba del pantano cumpliría la promesa a su madre. Haría feliz a Uoh. Les demostraría a las personas en Nuissenac que no todo es oscuridad, que existe la esperanza y los milagros. La fe de Paimon y Minha sería recompensada. Y podría decirse a sí mismo que vale para algo.

—Gracias a Barbatos y todos los arcontes... —logró controlar su habla al menos—. He rezado, pues era lo único que podía hacer. Y aquí estáis. Es un milagro... —dijo con la voz aún afectada—. ¿Mi madre los envió? ¿Cuántos son? —se impacientó el muchacho.

—¿Reconoces este bolso? —dijo enseñándoselo.

—Sí. —El chico se alegró de verdad.

—Ten —estuvo a punto de lanzársela.

—No —lo detuvo con un gesto de las manos Percival—. Mejor tenla tú, hasta que este un poco limpio —terminó de decir mirándose.

—Ehm, bueno, de acuerdo —lo conservó—. Respecto a lo que preguntaste, sí, somos solo nosotros dos —respondió temiendo decepcionarlo—. Y sí, tu madre nos envió. No bajó ningún arconte de Celessia para pedirnos que te busquemos. El arconte en este caso fue tu madre, que se paró en medio de la plaza y suplicó entre lágrimas que alguien te rescatara.

El niño derramó lágrimas de afecto por su madre. Desvió la mirada enrojecida un momento.

—Se que me he salvado gracias a mi madre —dijo sorbiéndose los mocos—. Pero hay algo que me reconforta... —se calmó un poco y volvió a mirarlos—. Gracias a mi madre ustedes vinieron a buscarme, pero... ¿Qué probabilidades había de que me encuentren? —el tono de su voz en esa última frase le hizo parecer a Ringabel que podía percibir la desolación que había atravesado el niño.

La pregunta lo desencajó un poco a Ringabel.

—Los arcontes os guiaron hasta mí —continuó Percival—, no tengo duda de ello pues recé muy fuerte —se hizo un ovillo recordando el temor que pasó—, y ellos escucharon mis plegarias. Ellos están ahí arriba. Ellos me escucharon —instó—, y por alguna razón me perdonaron la vida. Eligieron salvarme. Quizás algo me espera a futuro...

Ringabel lo miraba alelado, aún no se acostumbraba a la fe de los septos. De donde él provenía, Citra, reino que en Teyvat es llamado comúnmente "el enemigo", no se promueve la fe de ningún tipo. Allí no hay lugar para los arcontes, ni los ángeles de Celessia, ni la diosa de la luz Avatha. Por el contrario, los Citranos son partidarios extremistas del ateísmo. Razón primera por la que se produjo la guerra.

Por supuesto, él simplemente huyó de su hogar, y lo hizo antes de que lo convencieran de que los dioses no existen, y desde entonces, no le dedicó tiempo a su mente para decidir qué pensaba al respecto. Pero sí tenía que admitir que desde que llegó a Teyvat, ante la posibilidad de que realmente moren allí los arcontes, más de una vez estando desesperado pidió que si algún dios existe le ayude. Pero se imaginaba que la desesperación no contaba como fe verdadera, y por eso le llamaba la atención cuando veía a un septo tan convencido.

—¿Por qué solo dos? ¿Tan buenos sois?

La pregunta arrancó a Ringabel de sus pensamientos. Él y Paimon se miraron desconcertados.

—Bueeeeno —se rascó el cabello avergonzado Ringabel—. Eso en realidad está por verse aún.

Ringabel consideraba que tenía puntos a favor y en contra en esta campaña así que mejor no entrar en detalles...

—¿Y la guardia?

—Es una historia muy larga, y esta antorcha se apaga en cualquier momento —respondió poniéndose de pie—. Ya te encontramos, ahora tenemos que salir.

Se le acercó con intenciones de ayudarlo a levantarse hasta que recordó que estaba cubierto de heces, entonces se hizo el tonto y desvió la mirada.

—Ahm... ¿Puedes levantarte?

Promesas: Lágrimas (Genshin Impact [1])Donde viven las historias. Descúbrelo ahora