El día ya no era monótono, al menos no para ella, ahora tenía un motivo por el cual levantarse, y es que a la hora del almuerzo en la escuela, los juegos de póquer y dominó se estaba dando de lujo, era verdad que todos eran unos ñoños avejentados, pero a ella eso no le importaba mucho.
Su amistad con James había incrementado considerablemente y sentía la necesidad de nunca faltar a clases. Esa mañana incluso ya estaba esperando que él pasara con el auto y la levantara en la misma calle y a la misma hora, se quedaba esperando en una esquinita con su paraguas abierto para no mojarse con la lluvia.
— ¿La llevo, señorita?
— ¿No es mucha molestia, caballero?
— Claro que no…sube
Sus piernas largas se acomodaron dentro del auto al sentarse y abrochar su cinturón, la sonrisa de esa bella dama inmovilizó a James quedándose quieto, apretando el volante al mirarla fijamente, por completo…todo su cuerpo…toda ella.
— ¿Vas a manejar?
— ¡¡Oh, si….si!! – rió suavemente y Natalia sonrió entonces
James manejó despacio por algunas calles, estaban platicando de cosas sin sentido, la risa de ella provocaba más la carcajada de él, por lo que el auto parecía no tener fin en su camino.
— Espera…no te bajes – James bajó del auto y cerró la puerta al rodear el cofre y abrir la puerta de ella — adelante – extendió su mano y ella la tomó
— Que caballeroso amaneció ahora, señor Sullivan
— ¿Señor? – rió
Un jaloncito bastó para atraerla a él, pero no de una manera tan romántica, Natalia resbaló con sus tacones en el escalón mojado haciendo que casi se cayera al suelo y estropeara su linda falda de color blanco. Los largos brazos de James alcanzaron a sujetarla por la cintura haciendo que se resbalara él y así caer tras las jardineras que estaban detrás. El momento fue bastante repentino, gracioso y desastroso pues después de todo la falda de Natalia se manchó haciendo que su conjunto quedara hecho un desastre.
Las ramas quedaron incrustadas en el sueter y brazos e James, el lodo manchó su parte trasera, sus zapatos estaban llenos de agua y tierra, su cabello tenía hierbas secas y plantas nuevas, su perfume quizá se empeoró…pero todo eso se le olvidó al ver a quién tenía sobre su cuerpo.
Ambos escondidos entre la inmensidad de hierbas en aquella jardinera, llenos de lodo, Natalia comenzó a echar pestes sobre su atuendo que ya no se veía tan bien como ahora por la mañana, sentía una desesperación de ya no tener tiempo por ir a cambiarse, pero miró a James y este la miraba con una tierna sonrisa sobre sus labios, tan tranquilo como siempre.
— ¿Por qué sonríes? No ves que…estamos llenos de lodo y…no se que más cosas
— Eso no es tan importante ahora…
— ¿No?... ¿Entonces qué lo es?
James mordió su labio inferior y, aunque no era el lugar tan perfecto y romántico como él pensaba, creyó que era el momento exacto de hacer lo que en sus pensamientos rondaba noche y día. Saborear esos hermosos y delicados labios color carmesí.