Capitulo Dos: Lo que se debe de saber

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Cuando llegamos a la gasolinera me sorprendió lo solo que estaba, por lo general cuando paso por aquí es para comer en la cafetería de paso que está a un lado, pero ahora, ambas cosas estaban solitarias, tenía un presentimiento extraño de esto, había pasado toda la noche manejando hacia acá y a una velocidad lenta por temor de causar un accidente, no he dormido nada y no es que me queje, puedo estar perfectamente apenas me dé el sol, ahora mismo sólo envidiaba la postura cómoda que tomó mi copiloto sobre el asiento, tan cálida y acogedora, a cualquiera le gustaría estar así, para mi desgracia tenía que despertarla.

-Oye-la moví sólo un poco, lo suficiente para que comenzara a desperezarse, removiéndose sobre el asiento hasta que sus ojos se acostumbraran a la luz.

-¿Llegamos?-preguntó tras un largo bostezo.

Asentí. Ella abrió la puerta del auto y yo la seguí de cerca, no era acoso, era verificar que mi pasajero llegara bien hasta su destino, además necesitaba recargar el tanque del auto y de paso comer unos panqueques no me vendrían.

Ambas nos acercamos hasta el interior de la tienda del autoservicio. Había ido las veces suficientes para ser conocida por esos rumbos, el señor de siempre, un hombre regordete y alegre que parecía tener la misma camisa manchada de grasa para auto se llamaba Gregory, aunque de cariño le decían Gorgy. El hombre apenas al verme me saluda con un gesto y su mano en alto.

-Tenemos a la pequeña de las Danvers por aquí-exclamó, y por primera vez se dio cuenta de que iba acompañada-¿Qué tal señorita?

Ella le sonríe tímidamente.

-Necesitamos ayuda Gorgy-le expliqué, en favor de la chica que me acompaña, parecía no ser su entorno esto de pedir ayuda o hablar con extraños, exceptuándome.-Su auto se quedó varado en plena tormenta en mitad de la once.

-La once-murmuró pensativo-Algo retirado de aquí.-asentí-Me gustaría poder ser de ayuda pero la camioneta no funciona desde hace cuatro días y el mecánico vendrá hasta el miércoles.

-Oh, no me diga eso-por fin ella comenzaba a hablar, lamentándose.-¿Y tendrá un teléfono que pueda prestarme? Si no es mucha molestia, claro.

Él negó. -No desde la tormenta, no funciona ningún teléfono, la fuerza con la que vino hizo que se cayeran las pocas redes de comunicación que teníamos en la carretera.

-Diablos-maldije por lo bajo

-¿Y ahora qué voy a hacer?-se preguntó ella. Era normal que pensara que la dejaría ahí porque el acuerdo era dejarla ahí e irme, de hecho, yo también lo pensaba, es sólo que la vi tan agobiada que no pude evitar abrir mi bocota.

-¿Te gustan los panqueques?

Ella giró, viéndome con sorpresa, yo también me vería así, quizá parezca una loca o rara de esas que se pueden encontrar en la carretera, tal vez el sólo insinuar el invitarle el desayuno me haga acreedora a una bofetada.  

-Ya te he causado muchas molestias-contestó, bajando su mirada a la punta de sus pies, comenzó a jugar con sus dedos pulgares-Aunque debo admitir que muero de hambre, la verdad es que no traigo mucho dinero.

Sonreí.-Bueno, nadie dijo que tenías que pagar tu, además aquí hacen los mejores panqueques y apuesto que te va a encantar la tarta de carretera que hace Betty, es deliciosa.

La vi sonreír. Ambas nos conducimos a la cafetería no sin antes agradecerle a Gorgy por la información. Ella no paraba de murmuran que le encantaría probar la tarta de carretera, sea lo que eso fuera. Me alegraba no parecer una rara que sólo la incomodaba en plena emergencia, mi ayuda era genuina, no quería sonar como una engreída pero la carretera no era segura para nadie que no fuera de por aquí, y viajar sola lo aumenta más.

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