CAPÍTULO III: MI HISTORIA CON LOS MALFOY

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Después de lo sucedido nos dirigimos a la mansión Malfoy, allegados a mi padre desde que tengo memoria.

Y ahí lo conocí a él...

Draco Malfoy, el chico más lindo que haya visto jamás, de hecho el único chico que alguna vez he visto.

Mi padre creía que yo debía educarme lo suficiente para ser capaz de defenderme del exterior, y hace algunos días mi educación mágica con mi padre había concluido, así que él pensó que lo mejor sería que yo fuera a Hogwarts para ayudarlo a conseguir la sangre de Harry Potter y que así él recupere su poder totalmente, para según él ganar, tener la gloria absoluta. A veces pienso que eso siempre le importó mucho más que nada, incluso más que yo.

Se preguntarán qué tiene que ver esto con Draco.

Mi padre siempre tuvo la postura de que cualquier chico era muy poco para mi, así que el único que tuve a mi alcance fue Draco, hijo de Narcissa y Lucius Malfoy, quienes se ganaron la confianza de mi padre y él les permitió entrar en mi vida y todo lo que sucedía en mi día a día.

Narcissa siempre ha sido como una madre para mi, nunca supe quien era la mía. Ella siempre se caracterizó por ser una mujer tan dulce, tan amable, completamente diferente a mi papá. Lucius por su parte es un poco más imponente, pero por respeto a mi padre él siempre ha procurado no pasarse de listo conmigo.

Y el más importante de todos, Draco.

Básicamente nos educaron como hermanos. Nos conocimos esa misma noche en la que con mis propios ojos vi la muerte, muchos podrían pensar que no recuerdo ese día por mi corta edad, pero tanto Draco como yo lo recordamos, tal vez por razones diferentes pero es sorprendente lo mucho que para ambos significó esa noche. Con un vasto esfuerzo, por nuestra corta edad apenas podíamos decir hola, pero desde que lo vi sabía que era para mi, con ese pelo rubio platinado y esa sonrisa encantadora que cautiva a cualquiera que se cruce con ella, y yo no fui la excepción claro.

Desde aquel día fuimos prácticamente inseparables, él era para mi y yo era para él. Nunca asistí a la escuela, pero Draco sí, ya que sus padres siempre tuvieron la idea de que cultivar las relaciones sociales era un pilar fundamental para mantener la riqueza de la familia.

Cada vez que llegaba de Hogwarts en las vacaciones de verano o de navidad, me contaba lo que pasaba, las personas a las que había conocido, las experiencias que vivía en cada clase y lo maravilloso que era estar en Slytherin, en lo que estaba de acuerdo con mi padre.

Nunca olvidaré cuando me contó sobre Harry Potter, no lo conozco, pero por como lo describió es un niño con delirios de grandeza porque fue el único que pudo resistirse a la maldición de mi padre. Me contó también de sus amigos y enemigos, como Hermione Granger por ejemplo, una sangre sucia según él. Nunca estuve de acuerdo con el clasismo de la sangre, ya que yo no soy pura, pero Draco dice que soy la única impura que vale la pena, ese comentario siempre me irritaba, porque de algún modo seguía imponiendo la superioridad de la sangre pura. Aunque eso nunca me importó, sabía que Draco estaba dispuesto a cambiar, y más si era por mi.

Un día después de su llegada al final de su tercer año en Hogwarts, mi padre y los Malfoy tenían una reunión de un grupo bastante selecto, que probablemente conocen, los Mortífagos. Draco todavía no contaba con la edad para que lo invitaran, y a mi me faltaba un año para concluir mis estudios, aunque siempre me pregunté qué era lo que pasaba en aquellos encuentros. Sin embargo, probablemente lo que pasó ese día era mucho más interesante que cualquier otro tema que se pudo tocar en la reunión de Mortifagos. Cuando mi padre y los Malfoy salieron de la mansión, Draco y yo nos quedamos solos, nunca me imaginé lo que pasó después...

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