IX. Donde tú estés

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"El amor conforta como los rayos del sol después de la lluvia"

William Shakespeare

Después de lo que pareció haber sido un largo sueño, Taeyong despertó en medio de la oscuridad. Su respiración estaba agitada y su corazón galopaba salvaje, probablemente a causa de un mal sueño que ya ni recordaba.

El humano se dispuso a respirar hondo para calmarse. Se sentía completamente ajeno a su realidad, no estaba seguro de en qué día estaba, ni en dónde se encontraba. Lo único que había permanecido en su memoria, había sido el recuerdo de abrazar a Yuta con todas sus fuerzas hasta quedarse dormido.

¿Habría sido un sueño también?

Con algo de dificultad, Taeyong se puso en pie. Se sentía más pesado de lo normal, al igual que desorientado.

Caminó algunos pasos hacia la enceguecedora luz que se colaba por la puerta entreabierta de su habitación. Y al cruzar el umbral, perdió el aliento.

Lo único en lo que sus ojos se pudieron enfocar fue en Yuta, quien se encontraba sentado frente a la computadora, con una expresión entre confundida y enojada. Tecleaba con lentitud, a la vez que su vista salteaba entre la pantalla y el teclado.

El cabello del ángel estaba sujeto en una coleta nuevamente, llevaba ropa que seguramente era del humano. Parecía estar tan cómodo, como si fuera un pez en el agua.

El ángel no se percató de la presencia del otro, hasta que el humano estuvo detrás de él.

—Si vas a hacer mi trabajo, al menos pon tu pseudónimo —Taeyong sujetó los hombros de Yuta antes de acercarse a leer lo que llevaba escrito. El contacto puso tenso al ángel, quien lucho consigo mismo para no tomar las manos del humano.

—Sólo quiero ayudar —Yuta sonrió tímido mientras negaba con la cabeza —¿cómo estás?

—Mejor —Taeyong estiró ambos brazos hacia arriba, hasta donde sus articulaciones se lo permitieron. —¿Qué hora es?

—Casi las siete —el ángel respondió —¿tienes hambre?

El humano negó con la cabeza y se dirigió al sofá, donde se recostó con dificultad.

—Deberías volver a la cama —Yuta no le quitaba la vista de encima al humano —tienes que descansar.

Taeyong negó con la cabeza y los ojos cerrados. Aún no tenía la fuerza suficiente para hablar o ponerse de pie, pero no quería volver a su habitación, donde debería estar solo.

—Podemos cenar en cuanto termine la reseña —el ángel intentó apresurar inútilmente su escritura en la computadora —no tardaré mucho.

El humano colocó un brazo sobre sus ojos para evitar que la luz lo molestara, pero además, quería ocultar una sonrisa que no se borraba de su rostro. Yuta no era muy diferente: intentaba ocultarse detrás del monitor, no podía evitar sonrojarse cada que recordaba la noche anterior.

Muy aparte de las circunstancias que los habían llevado a eso, el ángel y el humano se sentían más cerca de nunca. Cualquier par de personas lo habría tomado como una noche en la que estuvieron para apoyarse mutuamente.

Pero Taeyong y Yuta habían sentido algo más; y muy en el fondo, esperaban que el otro hubiera sentido, aunque sea, una décima parte de su sentir.

♦ ♦ ♦ ♦ ♦

Pasó un poco más del tiempo que tenían previsto cuando Yuta por fin terminó y publicó la reseña en la página de Taeyong. El ángel se acercó al humano para despertarlo. Taeyong sintió tanta felicidad como no creyó sentir cuando Yuta fue lo primero que sus ojos vieron al abrirse.

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