IV. Sin arrepentimientos

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"Hay enfermedades del alma más perniciosas que las del cuerpo"

Cicerón


A pesar de haberse separado de Si Cheng hacia algunos momentos, Yuta seguía reproduciendo esa conversación en su cabeza, una y otra vez:

-Es la única manera en la que vamos a poder estar juntos -Si Cheng le dijo mientras entrelazaba sus manos -tú sabes muy bien que no puedes permanecer tanto tiempo en la Tierra, a menos que tengas una misión...

-O que sea un caído... -Yuta completó con confusión la frase. Nunca se había planteado hacer algo como eso -¿Qué le va a pasar a mis alas?

Yuta era considerado uno de los ángeles más bellos en la isla, y sus alas eran una de las cosas que más orgullo le daba. No soportaría perderlas de pronto, eso jamás.

-No van a cambiar mucho, pero van a seguir sirviendo -Si Cheng dijo como si fuese un experto.

La expresión de Yuta se deformó sin que él lo notara: estaba aterrado.

-No pongas esa cara, no te ves bonito -Si Cheng tomó el rostro de Yuta para obligarlo a verlo -Me amas, ¿no es así?

Yuta asintió automáticamente.

-Entonces hazlo por mí, sólo así vamos a poder estar juntos, ¿entiendes?

Si Cheng volvió al punto dónde anteriormente se había quitado la ropa, y se las puso de nuevo. Yuta, por otro lado, se encontraba en un trance, eso era algo que jamás creyó que alguien le pediría.

-No tienes que preocuparte mucho por los humanos -Si Cheng dijo como si pudiera leer la mente de su novio -se mueren todos los días, no importan realmente. Solo busca algún humano que odies, es más divertido así.

Todavía sin poder creer lo que estaba pasando, Si Cheng caminó hasta Yuta.

-Recuerda que estás haciendo esto por los dos, para que estemos juntos -sin esperar respuesta, el ángel caído acercó a Yuta desde la cintura para besarlo en los labios.

El japonés no hizo nada por aceptarlo o rechazarlo. Y cuando Si Cheng estuvo satisfecho, volvió a separarse: -Hasta que mates al humano vamos a poder estar juntos otra vez.

El ángel caído se fue sin mirar atrás, dejando a Yuta solo con sus pensamientos.

♦ ♦ ♦ ♦ ♦

Mientras más vueltas le daba al asunto, más seguro estaba: definitivamente tenía que matar a un humano. ¿Qué tan malo podía ser?

Yuta pensó en los pros y los contras, y lo único que lo ponía mal era no volver a estar con su adorado Si Cheng. No pensaba poder soportar una eternidad sin él.

Si Cheng había permanecido oculto, esperando por Yuta. Así que él debía regresarle el favor, después de todo, era la persona que lo amaba y que quería lo mejor para él.

El ángel japonés pasó a pensar en su víctima, y no tuvo que pensar mucho en las opciones. El humano pelinegro con los ojos obsidiana era la persona más detestable en la tierra; él sería su objetivo.

Comenzó a buscar a Taeyong en su apartamento, pero no lo encontró, así que continuó con su búsqueda por la ciudad. Estaba a punto de darse por vencido, cuando entró a una estación de tren subterránea. Fue casi instantáneo el momento en el que lo encontró.

El pelinegro estaba esperando el transporte, al igual que más personas. Tenía audífonos, así que no prestaba atención en realidad a su alrededor. Para suerte de Yuta, el humano se encontraba en el andén, justo en frente de las vías. Podía ser disfrazado por un accidente a la perfección.

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