Hay ciudades en el mundo, donde la vida se respira y siente en sus calles a toda hora; New york, por ejemplo, donde la hora pico era solo un mal chiste y el apogeo sudoroso y asfixiante era eterno. Lugares brillantes y alegres que al llegar la noche se trasforman y el místico aire romántico de sueños y añoranzas impregna cada rincón, París, Roma, cunas del romance y la dulce y secreta pasión. Las noches siempre tenían un encanto que se distinguía por regiones. Raquel podía dar fe de ello. Las húmedas y frías noches en Londres a veces parecían traer el fantasma de un recuerdo; el suave silencio que apenas era roto por el sonido de los grillos, las estrellas brillantes en el firmamento, el estupor del sueño apoderándose de su cuerpo en aquellas noches de infancia en su tierra natal.
Amó con fuerza las 659 noches que estuvo en Londres, porque amó con fuerza a cada persona que conoció en ese lugar y cada lazo que formó ahí. Ama Londres porque entre sus fronteras viven las personas más importantes de su vida. Sin embargo, no existe lugar en la tierra que pueda compararse con Seúl. Ni ciudad que cobije noches como las que guarda la capital de Corea en su interior.
El balcón en su nuevo apartamento era su nuevo lugar favorito. Desde el piso 17 podía ver perfectamente como las luces alumbraban la ciudad, no eran estrellas, era imposible verlas con tanta contaminación lumínica, pero si entrecerraba los ojos de la manera justa podía fingir que lo eran. Un mar de pequeños soles que inundaban las calles.
Hacía apenas dos semanas que había dejado su casa en Gangnam para comenzar su vida universitaria, aún tenía un par de cajas regadas por el lugar, pero ya se encargaría más tarde de eso; en un par de horas debía ir por Anabella al aeropuerto y las ansias no la habían dejado pegar ojo en toda la noche, así que había acabado sentada en un rincón del pequeño balcón mirando la oscuridad del cielo, tratando en vano de divisar la luna, importándole más bien poco las frescas temperaturas de las madrugadas.
Esa fue la primera vez que lo vio.
La chica sabía que tenía un vecino, se lo habían dicho en la recepción semanas atrás cuando había ido por primera vez a mirar el departamento. Pero saberlo y verlo con sus propios ojos eran dos cosas completamente distintas.
El hombre era la perfecta encarnación del pecado, llevaba el kimono de seda abierto, dejando al descubierto su pecho desnudo, lienzo de unas manchas de tinta que no pudo divisar con claridad, y el pantalón del pijama, también de seda. Su cabello estaba alborotado y más largo de lo normal, Raquel advirtió que hacía tiempo que no lo cortaba. El joven sacudió la cabeza, apartándose los mechones de los ojos y se llevó el cigarrillo a la boca.
Tenía el ceño fruncido, la mueca de inconformidad acentuaba sus rasgos, mandíbula firme y tallada, ojos duros; la nariz grande y alargada que de haber sido ligeramente más perfilada parecería esculpida por Miguel Ángel. Le dio otra calada al cigarrillo y se sacudió el kimono de encima, tenía los hombros tensos.
La chica respiró de pronto por la boca, profundo. En ese momento se sintió ligeramente mal, estaba figurativamente comiéndose a su vecino con la vista. Bueno, no tengo que sentirme culpable, él es quien ha salido a pasearse medio desnudo por el balcón. De verla, u oírla, no importa en realidad, Anabella se habría reído entre dientes y la habría llamado voyeur.
Ese pensamiento la trajo de regreso a la realidad, su mejor amiga estaría aterrizando en poco más de una hora y ella seguía sembrada mirando a su vecino fumar medio desnudo como si nada. Tratando de no ser atrapada, se arrastró al interior de la pequeña sala y cerró la puerta de cristal con cuidado.
Se despojó del pijama en cuestión de segundos y con la toalla en mano se metió al baño dispuesta a darse una ducha. Porque sí, a veces estaba lo suficientemente distraída como para bañarse a las tantas de la madrugada. Tras vestirse chequeó el teléfono para ver la hora, ignoró olímpicamente los 86 mensajes de Patrick y salió corriendo del departamento. El reloj marcó las 5:28 cuando cerró la puerta.
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You so kiut
FanfictionLa noche fue un testigo involuntario del avanzar de ambos corazones. El bajo rumor del aire acondicionado en una habitación oscura; la lluvia cubriendo la ciudad, en la familiaridad de la nebulosa soledad. ¿Cuándo será el momento en que la niebla s...