둘 (dul)

27 6 14
                                    

La intensidad con la que Raquel amaba el cielo estrellado era tan profunda que por momentos sus bordes se desdibujaban. Anabella la había escuchado hablar durante horas sobre la divinidad de las noches en Seúl, después de todo ella era un animal nocturno.

Sin embargo, como solía suceder entre ellas, terminaban siendo polos opuestos. Anabella amaba el murmullo de las mañanas, el sol caliente y revitalizante que a veces parecía tostarle la piel. O la nieve brillando como un cristal contra una vela.

Ella se alzaba con el sol. No era de extrañarse que ambas chicas se cruzarán en el pasillo a las 5 de la mañana. Raquel rumbo a la cama y Anie saliendo de ella. El almuerzo de una fácilmente podía convertirse en el desayuno de la otra.

Por ello, al iniciar las actividades escolares, las mañanas se volvieron caóticas. Las primeras dos semanas fueron una aventura en su totalidad. Voltear el ciclo circadiano de la rubia a la normalidad fue todo un reto, aunque aún se escapaba entre momentos a ver el cielo nocturno.

Algunas veces topándose con cierto chico que miraba taciturno el vacío. Una de esas noches, ella salió primero, la melancolía azotando su frágil cuerpo. Patrick había hecho de las suyas nuevamente, el mensaje brillaba en la pantalla de su teléfono, desde un número que no pudo reconocer.

"Te amo tanto que siento que no puedo respirar.

¿Por qué nos haces esto?"

No había remitente alguno, pero ella sabía perfectamente quien estaba tras la pantalla.

Las fuertes ganas de azotar el móvil contra el asfalto hicieron brotar las lágrimas que con tanto esfuerzo contenía. Jungkook la miró llorar. Apoyada en el barandal contra el cielo brillante de estrellas ficticias.

Esa fue la primera vez que la vio.

Era la una de la mañana cuando salió al balcón, tratando de despejar un poco su mente antes de dormir. Ella ya estaba ahí, así que se sentó en el suelo para ocultarse y no perturbarla. Era bonita. Mucho.

Los rizos de su cabello ondeaban con el viento, la naturalidad en las hebras le hizo darse cuenta que la joven era extranjera, fue lo primero que notó. Luego fue consciente de las lágrimas. Y aunque sabía que tenía clases y el mañana se acercaba vertiginoso. Quiso quedarse en ese cielo de melancolía, como una estrella más.

La estuvo mirando al menos diez minutos, cuando salió otra chica, de cabello oscuro y un poco más alta que la rubia. La abrazó con rapidez, enredando sus brazos con fuerza; las palabras comenzaron a salir de sus labios con fluidez, en un idioma que el joven no pudo entender. Y aunque no podía asegurar que salía de esa boca, sabía lo que eran. Palabras de amor.

La rubia se apoyó en el menudo pecho que la sostenía y lloró con fuerza, la otra la contuvo paciente. Al calmarse un poco, la castaña la apartó y le secó las mejillas. Tras besarle la frente le habló en inglés, con ese mismo cariño que había mantenido todo el rato. – Ya está, cariño. Vamos a la cama –.

La rubia la siguió y juntas se perdieron en el interior del departamento.





– Debe ser una broma –.

–¿Tengo cara de estar jugando, Taehyung? –. La expresión de mosqueo en el azabache se pronunció. El Kim menor rodó los ojos y se metió otro bocado de ramen en la boca.

–¡Soy tu Hyung! ¡respeta me! –. Su voz salió ligeramente distorsionada por la comida que aún no había tragado.

YoonGi, quien estaba sentado junto al castaño, le dio un manotón en la nuca, aún concentrado en la discusión que tenía con Namjoon. –¡Que puto asco, Tae! ¡traga primero! –.

You so kiutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora