Capitulo 33. Arrepentimiento

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Jughead se besaba desesperadamente con aquella rubia que había conocido minutos atrás, sólo sabía su nombre, Cora.

C: ¿Y si mejor vamos a un lugar más privado? -propuso separándose de aquel apasionado beso.

El chico asintió y dejó algunos billetes en la barra para cubrir los gastos de lo que había consumido. La rubia tomó su mano y salieron rápidamente en dirección al hotel al que le había hecho mención el pelinegro que se hospedaba.

Llegaron a la habitación y entraron, ella comenzó a quitar la camisa del chico y él imitó su acción. La observó unos segundos y como por arte de magia, dos de sus neuronas conectaron y entró en razón.

J: Espera ¿Qué no tenías un tatuaje aquí? -preguntó confundido observando el cuerpo de la chica.

C: ¿Qué? ¿dónde? Yo no tengo tatuajes -respondió confundida.

J: Betty, pero la otra noche yo lo ví -dijo tambaleándose un poco y con la vista borrosa.

C: Oye, yo no soy Betty -dijo extrañada-. Soy Cora, por sino lo recuerdas ¿Quién es Betty?

Jughead se concentró y observó mejor a la chica, se dio cuenta que efectivamente no era ella, entonces en su interior creció un arrepentimiento.

J: Mi novia -murmuró arrastrando las palabras.

C: Lo siento pero que buen novio eres entonces -ironizó-. Mira, creo que lo mejor será que me vaya y tú te des una ducha -tomó su blusa y se la puso- ojalá tu novia te perdone -sonrió burlona y salió de la habitación.

El ojiazul se maldijo internamente y se metió al baño para darse una ducha. Cuando salió se vistió y buscó entre sus cosas su celular para ver la hora.

Al momento de encontrarlo lo encendió y se percató de que tenía más de 10 llamadas perdidas entre sus padres y de ella, de Betty.

Sus nervios relucieron y su miedo salió a la luz, tomó aire y apretó el botón de llamar en el contacto de su novia. Pegó el aparato a su oído y esperó a que respondiera.

B: Jughead ¿dónde mierda te metiste? -murmuró claramente molesta.

J: Hola Betts, ¿está todo bien? -balbuceó nervioso.

B: No, nada está bien. Tu hermana está en el hospital y no hemos sabido nada de ella, llevamos toda la santa noche llamándote y tú ni tus luces -reclamó en un grito bajo, él supuso que fue porque estaba en el hospital- dime ¿Dónde demonios andabas? -volvió a preguntar, pero antes de que el respondiera volvió a hablar- ¿Sabes qué? Mejor no respondas y vente para acá, tus padres están muy nerviosos y desesperados y yo no sé que hacer. -dijo tratando de sonar más tranquila-. Pero quiero que llegando me expliques todo -soltó antes de colgar-.

Él estaba sumamente arrepentido por no estar al pendiente de su celular, y más por lo que pudo haber llegado a ocurrir momentos atrás.

No lo pensó más y comenzó a acomodar sus cosas. Cuando checó su reloj este marcaba ya las 6:04, vaya que pasaba rápido el tiempo, pensó.

Salió del hotel y caminó por las calles ya no tan solitarias, paró a un taxi y subió indicándole lo llevara al aeropuerto. En el caminó checó los horarios de los vuelos y uno estaba a punto de salir a Los Ángeles, sin pensarlo dos veces lo reservó.

Llegó al lugar y corrió para tomar su vuelo, una vez dentro del avión suspiró con alivio. Estaba desesperado y preocupado por su hermana, Betty no le había dicho qué era lo que había ocasionado que la chica estuviera en el hospital.

Tenía sueño, estaba cansado, no había dormido nada pero no podía hacerlo. A las pocas horas el avión aterrizó y bajó, salió del lugar corriendo como loco y volvió a tomar otro taxi, lo llevaron hasta el hospital y entró.

𝑳𝒍𝒆𝒈𝒂𝒔𝒕𝒆 𝑻𝒖́Donde viven las historias. Descúbrelo ahora