—Yo vivía con mi abuela, solo ella. No era cualquier abuela de 82 años, ella no era simple ni.. normal. Le encantaba el rock, odiaba la música lenta y romántica. Amaba el color negro, siempre vestía ropa negra y esos collares con púas. Odiaba el rosa pastel o cualquier color claro. Se emocionaba con ver a esos perros pitbulls, eran sus favoritos. El hamster que yo tenía lo regaló a la vecina de al lado porque según ella, no tenía mucho estilo como los perros rudos.
—Ah...
—También usaba un labial rojo muy intenso, y hacía señas extrañas con los dedos y sacaba la lengua. Ella odiaba tejer, hacer galletas y limpiar, todo el día se la pasaba escuchando rock con el volumen al máximo. Ya no puedo ni contar cuántas veces los vecinos se quejaron por el ruido. Y cuando ellos se acercaban a la puerta para tocar el timbre e interrumpir la preciada música de mi abue, ella me ponía un disfraz de pitbull y hacía que los espantara.
—Eso es cruel.
—Para nada. Yo la quería, ella me quería, creo... Cuando ella llegó a su día final, el día que me abandonó y se fue de este mundo, sus últimas palabras fueron: "Nunca me alejaré de tí, mi pitbull. Siempre estaré debajo de tu cama, te jalaré las patas para hacerte saber que te quiero". ¿Lindo verdad?
El niño me observa espantado, ha dejado caer su helado al suelo, se pone de pie, alejándose del columpio del parque. —¡Estás loca! —se va llorando.
—Loco es comer helado de noche... Oh, bueno, yo si hago eso. Mierda. Qué aburrido... —miro el cielo oscuro, lleno de estrellas mientras muevo mis pies, impulsando un poco el columpio. Seguramente, mi abuela, debe de estar riendo sea donde esté ahora. En realidad, esto era lo que ella quería: contarle a cualquier persona su increíble historia.
—Qué día más cansado. ¿Me esperaste mucho tiempo, Maxine?
Niego con la cabeza, y sonrío al oírlo, con mi mano acerco el otro columpio para que él se siente. Takemichi toma asiento a mi lado, y ambos nos quedamos en silencio por unos segundos, viendo las estrellas. Desde que lo conocí, el nombre de Takemichi, era mejor que llamarlo Hanagaki, o "Michi" como solía llamarlo pocas veces para molestarlo. Ya que eso sonaba como si llamara a un gato.
—¿Vamos por unas papitas? —le propongo, alzando ambas cejas, divertida.
—¿Con una película de terror?
—No. Cero películas de terror en la noche. Además.. tú fuiste quien gritó en la sala de cine la vez que nos conocimos.
—Cómo olvidarlo —exclamó él, sonriendo un poco—. Luego fuiste tú quien gritó.
Empiezo a impulsar más el columpio, riendo al recordarlo. Esa noche yo llegué a tal punto de aburrimiento que, decidí ir al cine a ver una película de terror. Creo que ni siquiera era de terror, quizás de suspenso. No era mucho de ver películas, rodeada de gente que mastica ruidosamente o trae niños al cine. Odio eso. Bueno, esa noche fue distinta, porque el tráiler me enamoró y decía que no saldría en páginas ilegales. Yo veía películas en páginas ilegales... Con esos típicos anuncios: "Soy María, estoy a 1km de tu casa".
No me resistí y fuí al cine. La sala estaba repleta, sin embargo, yo ya había comprado el boleto por internet. Cuando me senté, jamás pensé que iba a ser al lado de Takemichi, quien para ese tiempo, no conocía. Él también estaba solo. La película comenzó todo normal. La sala ya estaba a oscuras y desde donde yo estaba, podía oír los besos apasionados que se daban las parejas que estaban sentadas en lo más atrás de los asientos. —vayan a un puto hotel— pensé. Y justo ellos pararon, fue lo más extraño. La sala había quedado en un silencio completo, la pantalla se fue oscureciendo poco a poco.
En ese instante levanté mis piernas para no tocar el suelo, dejé de masticar, tragué lentamente. Lo nervios me estaban matando. Ni siquiera me había dado cuenta que la persona de mi lado estaba igual, hasta que su asiento tembló y el mío también. Todo ya estaba a oscuras y apenas le podía ver. Quería reírme de él por tener miedo, pero yo también tenía miedo, así que sería estúpido hacerlo. Relajé los músculos y bajé las piernas otra vez, cuando la pantalla volvió a iluminarse. Todo tranquilo, sin embargo...
Mi pie tocó por accidente al del chico, y él gritó. Tanto que yo le seguí. Grité sin parar. La sala de cine se llenó de nuestros gritos. Y ambos salimos corriendo de aquella aterradora sala, escuchando las risas de los demás.
Al estar afuera dejamos de gritar y nos miramos por unos segundos para luego reír. Sí, reír. Eso fue lo más extraño y divertido para conocer a alguien. Luego de eso cada uno salió del cine sin decir nada, sin presentarse. Sin embargo, nuestro camino de "regreso a nuestras casas o mini departamentos" fue el mismo. Recuerdo su expresión, como si yo fuera quien lo seguía. Yo le miraba igual. Y al final, él vivía al lado de mi departamento. Éramos vecinos y nunca lo supimos.
Desde esa noche nos hablamos más seguido.
Nada romántico, más bien, una amistad perfecta. ¡Demasiado perfecta! Somos las personas más extrañas, que ven películas de terror en el día, que comen en la cama, que casi nunca salen, que siempre ven tv, que comen comida chatarra, que odian a la vecina malhumorada, que odian limpiar... Espera, eso solo lo hace él. Yo si limpio.
Veo cómo él se columpia al igual que yo.
—Y así fue como vimos Scary movie —suspiró Takemichi, y al mismo tiempo dejamos caer nuestras cabezas hacia atrás.
—Creo que voy a vomitar por la vergüenza de ese día..
Takemichi detuvo mi columpio:—Si vomitas, también lo haré —pone los ojos en blanco, seguramente, imaginando el vomito en sus manos, como una vez lo hice por estar en mucho movimiento sobre el columpio. Ese día gritó como nunca, espantado por ver el viscoso brócoli en sus manos.
Ya no volví a comer brócoli. Bueno, él ya no me dejó comer brócoli.
—Ya me dio sueño, odio tener sueño. Me quita ocho horas —digo, soltando un bostezo. Me pongo de pie.
—¿Ocho horas? Tú solo duermes cinco horas. Mi habitación está al lado de la tuya y siempre escucho tus gritos cuando ves a ese tal Henry Calvo —se pone de pie también.
—Henry Cavill —le corrijo—. Él es mi esposo, mi adicción, mi todo, mi..
—Tu abuela está parada detrás tuyo.
Suelto un grito, asustando a los pocos pájaros que ya se preparaban para dormir entre los árboles. Miro en todos lados y luego le fulmino con la mirada a Takemichi.
—No te juegues con eso —ambos empezamos a caminar —. No estaría viviendo en ese diminuto departamento si no fuera por ella.
—¿De verdad te dijo que te jalaría de los pies si volvías a esa casa? —Takemichi se burla—. Yo creo que solo bromeaba —pone sus manos dentro del bolsillo de su sudadera.
—Dejaré ese tema de lado, no quiero despertar con ojeras mañana —espero que pueda dormir sin pensar en sus aterradoras bromas, mi abuela aparecía de la nada para que yo saltara y gritara lo más agudo posible. Hasta perdía la voz haciéndolo.
Él solo sonrío. Me dio un ligero golpe con su codo en mi brazo. Yo le devolví, un poco más fuerte. Y así seguimos por un buen rato, hasta que volvimos a nuestros respectivos departamentos. Cuando él se despidió y entró a su departamento, yo sentí que algo fue amarrado en mi cintura y tiró con fuerza hacia la puerta de Takemichi.
Sin embargo, no vi nada. No había nada en mi cintura. Hasta levanté mi sudadera naranja para ver, pero nada.
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TOKYO REVENGERS ||Ambos Por Todos||
Fanfiction"Si yo lo cumplí en mis tiempos, hazlo tú también, mi pitbull". •Portada mía.