2005 - 4

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Diosito, dime que esto no está pasando, pienso, tomándome del rostro y apretando mis ojos. No me lo podía creer, mis manos no han dejado de temblar. Estoy pálida, me siento en un vacío infinito. Procesar lo que acababa de ocurrir es demasiado difícil. Era mi abuela, ¡mi abuela jala patas! Mierda. Me voy a mear. Jamás, en verdad jamás, había tenido tanto miedo.

Estoy echada sobre el césped del parque con ambas piernas pegadas a mi pecho. Necesito despertar ya. Necesito que alguien me dé una fuerte cachetada para despertar, no puedo lidiar con lo que sucede. Me siento tan cobarde. Esa asquerosa cobardía de este mismo tiempo. Daba lástima. Lloraba cada minuto. No decía más que tres palabras al día. Apenas salía a comprar comida. Ir a la escuela era mi infierno.

¡Ya basta! ¡No soy la misma de antes y jamás lo seré! Así que, tengo que mantener la calma, pensar en todo y procesarlo. Estoy volviendo a vivir mi peor año. Mi abuela está viva. Y el miedo que dejé atrás está volviendo. ¡Y no tengo tetas!

—¡Eh!

Sobo mis ojos con la parte suave del traje al escucharlo, me levanto y meto mi cabeza por los arbustos para ver de qué de trataba.

—¿Ustedes estaban buscando a los de segundo? —dijo uno de ellos. Traía un cigarrillo en la boca. Ahora recuerdo. En este mismo parque nació mi pequeño esfuerzo para dejar de ser una estúpida tímida. Los seis estudiantes matones que estaban a unos metros de mí eran los que golpearon a los estudiantes de menor grado de escuela. Qué gracioso. Jamás creí que yo me volvería fuerte por ver que los más grandes podían hacer de las suyas con los de menor fuerza y estatura. Eso me enojó mucho en ese tiempo.

No siempre depende del tamaño. Yo sufrí mucho para aprender a defenderme. Suspiro cuando veo a los chicos que ya tenían la palidez en sus rostros, el miedo de lo peor que les va a ocurrir. Vaya. Relamí mis labios. Antes no me había dado cuenta que eran atractivos. Bueno, antes ni gustos exactos tenía. Aunque sus cabellos estén pintados y sus peinados sean algo raros, éstos los hacían ver extrañamente guapos. El rubio tenía una graciosa expresión de terror y nerviosismo. Ja.. me recuerda a alguien.

Bien, volviendo a observar a los matones, uno de ellos le pidió, o, más bien, le ordenó al chico castaño que fuera a comprar unas bebidas. Entonces, eso significa que la pelea iba a comenzar. Yo sabía quién perdería. Sabía que los guapos iban a ser golpeados mientras en ese entonces yo seguía escondida en los arbustos con lágrimas en los ojos por no poder hacer nada. Ahora..

Es muy diferente.

Demasiado diferente para su mala suerte.

No es por cumplir algo más en la lista de hacer cosas buenas para ir al cielo, sino para mi diversión. Me puse la cabeza del traje. Saqué mi móvil y reproducí aquel tono de —western song wawawa— que recordé estaba en el aparato hace mucho y justo ahora. Jamás lo borré por alguna razón, la cual iba a ser muy emocionante usarlo ahora. Lancé el móvil para que luego éste se deslizara por el suelo hasta llegar a los matones, y me mantuve oculta hasta oír de wawawa.

—¿Eh? ¿Acaso esto es una broma?

—Pa- para nada.

—¡Se están burlando de nosotros malditos enanos!

Escuché la señal del tono. Mi momento llegó. Dios, te prometo no causar mucho desastre. Salí de los arbustos para recibir la atención de todos ellos.

—Qué carajos. ¿Ese es un perro? —dijo el medio pelón de los matones al verme.

Entrecerré los ojos, aunque ellos no me vieran el rostro por el traje, moví los dedos como esos tipos del oeste, esperando el momento exacto.

TOKYO REVENGERS ||Ambos Por Todos||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora