2005 - 3

385 69 7
                                    

«No importa si ambos caemos al infierno, tampoco importa si es el cielo, yo te acompañaré, te protegeré, y seré capaz de recibir golpes por ti».

Las palabras que pensé en el momento que me vi tan cerca de ser aplastada por un tren, y que también lo vi a él, mi primer amigo; Takemichi estaba en la vías del tren, y las ganas de decirle: ¡¿qué carajos haces ahí?! No se pudieron porque no hubo tiempo de nada.

Yo no pude hacer algo para salvarlo ni para salvarme. Estar a un hilo de morir, de que por fin sepas qué hay después de la muerte, de recordar todo lo que viviste, todo eso sucedía en mi cabeza como un remolino de sentimientos. Pero en ningún momento dejé de pensar en Michi.

Antes de que cerrara mis ojos, contemplé por última vez a Takemichi, su rostro, como siempre, asustado. Sin embargo, cuando sus ojos dejaron de ver el tren para luego verme a mí, esa expresión cambió. Mis labios se movieron y dijeron estas palabras sin pronunciarlas: Michi, estoy feliz de haber sido tu amiga. Y cerré los ojos porque logré que él no se quedara con el miedo.

Si vamos a morir, no hay que temer...

¡Porque ya era hora de conocer el infierno!

°        °           °          °          °           °            °        °
    •           •          •          •           •            •            •

Ugh.

Es raro.

Creí que sería más doloroso.

No siento nada.

No tengo frío ni calor, en especial "calor". ¿En el infierno no debería de hacer calor? O es que Dios me dio otra oportunidad... Nah.. lo dudo mucho. Antes de haber ido al trabajo de Michi —exactamente cuando me despidieron— vi un vídeo.. el que jamás debí de ver ni de reír. ¡En serio que lo siento, me fue difícil no reír! Era un niño en una silla de ruedas eléctrica jugando con una pelota... y luego esa silla pasó sobre la pelota y el niño se cayó de costado. Reírme fue un pase al infierno definitivamente.

Una brisa suave pasa por mi rostro, pero aun así no soy capaz de abrir los ojos. Solo sé que estoy sentada sobre algo duro, y mi espalda recostada en lo mismo que siento en mi trasero. Una tela gruesa y peluda cubre todo mi cuerpo, provocando que ahora sienta mucho calor. Mis manos sujetaban... ¿Una pelota? No, no. Es más suave que ese objeto.

¡Vamos, Maxine, solo abre los malditos ojos! Ese cachudo de color rojo no debe ser tan feo. Seguro a que es atractivo, después de todo era el ángel más lindo. Si estoy aquí es para ligar, no para sufrir en llamas.

Abro primero un ojo y luego el otro. Mi vista poco a poco se acostumbra a la iluminación del lugar. El sonido a mi alrededor empieza a entrar por mis oídos; algunos pájaros cantando, las risas de pocos niños, el viento moviendo las hojas de los árboles. Este parque... ¡No puede ser! ¿¡Dónde están los sexys demonios!? ¿La piscina de lava? ¿La comida picante? ¿Los nudistas? ¿Mi silla al lado del cachudo?

¡No hay nada de eso! Solo es un maldito parque y yo estoy sobre un árbol, sentada en la rama más alta. ¿Acaso mi abuela se confundió describiendo el infierno? Porque aquí no hay nada de lo que me mencionó, ¡y ni ella está aquí! Una total decepción.

Jamás volveré a creer en sus palabras. Entonces, si esto no es el infierno... ¿Es el cielo? ¿Y yo por qué estoy aquí? ¿Qué he hecho de bueno? Una estúpida sonrisa aparece en mis labios al imaginar que Dios y el cachudo puede que se estén peleando por tenerme de su lado. Soy Maxine, ¡claro que deben pelearse por tenerme! Yo no soy fácil.

Por una extraña razón siento que algo en mi cuerpo está vacío, como si se hubiera achicado o desinflado. Sin ver abajo, mis manos dejan lo que están sujetando sobre la rama, y luego van a mi pecho. Las presiono un poco; poca grasa, suaves, pero pequeños... Una simple tela los cubre y... ¡¡NOOOOO!!!

—¡No están! ¡Mis tetas no están! —me alarmo—. Mis princesas no están en su lugar, ellas... se han encogido.. ¡¿Este es mi castigo?! —grito mirando arriba—. ¡¿Por qué a ellas?! ¡Debió ser a mí, no a mis hermosas tetas!

Quito las lágrimas de mis ojos con mi mano, la que aun seguía cubierta por algo peludo. Respiro con tranquilidad para olvidar el asunto de mis pequeñas tetas. Al estar recuperada, bajo la mirada y mi ceño se frunce. El traje de pitbull... ¡¿Ahora esto?! No estoy en el cielo, ¡definitivamente estoy en el infierno! Este traje me trae los malos recuerdos cuando mi abuela me obligaba a espantar a los vecinos.

Se me empezaba a refrescar la memoria. Yo ahora estaba con este traje, sobre un árbol, y justamente en el parque que cambió mi forma de ser por aquellos chicos. Mi cabeza estaba dando vueltas, muchas. Mi cabello rojizo estaba atado en dos moños, y lo que estaba sujetando antes en mis manos era la cabeza del traje, la cabeza del pitbull. Ahora lo recuerdo: una de las muchas veces que asusté a los vecinos, uno de ellos sacó a su perro —obviamente uno de verdad— y salí huyendo hasta que llegué a este parque y me subí a un árbol. 

¿Eso quiere decir que tengo que pasar una prueba o algo parecido para saber a dónde iré, si al infierno o al cielo? Froto con fuerza mis ojos sin entender lo que me estaba sucediendo. Es demasiado confuso, y más por ese ladrido que viene de abajo mío. Cierro un poco los ojos y luego le fulmino con la mirada al perro del vecino que en ese entonces y en este momento me había seguido hasta el parque. Tomo aire, aclaro mi garganta, y le empiezo a ladrar más fuerte a él para que se vaya asustado y me deje en paz.

Tomo la cabeza del traje de pitbull, y bajo del árbol. Me siento más ligera, mis piernas están más delgadas y mis brazos igual. No tengo muchas bubis, y mi trasero ni hablar. Cualquiera me podría confundir con un poste de luz, uno que tiene la piel muy pálida, cabello rojo y pecas. Sin embargo, sigo con el traje puesto, y oculto mi miserable cuerpo delgado.

Si la muerte no me iba a doler, creo que lo hubiera hecho a esta edad. Era la extraña estudiante que se sentaba al último y no le dirigía la palabra a nadie porque ellos le miraban con asco. ¡Pero ahora es muy diferente! Si se trata de rehacer las cosas que hice mal, lo cumpliré.

***

Ha pasado media hora, y sigo con el traje de pitbull, pero al menos he ayudado a un anciano a cruzar la pista, he jugado con unos niños, he compartido un helado con un perro. ¡Y nada! Aún no veo mis alas en mi espalda para ir al "cielo". He tenido que volver al parque, porque mi cuerpo lo siente, siente el miedo de ir a mi antigua casa.

Doy un respingo cuando algo vibra debajo del traje.

—Vaya, vaya, no recuerdo que tenía un vibrador.. —bajo el cierre del traje para sacar la cosa que seguía vibrando. Era mi móvil, mi antiguo móvil, color amarillo patito. Sin ver la pantalla, contesto. Acerco el móvil a mi oreja y mi boca se abre cuando la escucho:

—Mi pitbull, ¿por qué corriste de ese perro? ¡Tú eres más que ese animal! Tuviste que morderle el trasero al vecino ese de las nalgas flácidas, te lo dije. Pero ese no es el caso ahora, necesito que vuelvas para que me ayudes a colgar los nuevos pósters de The Rolling Stones que compré por internet.

—Pe.. pe.. pe.. —todo mi cuerpo estaba temblando.

—¿Pepe? ¿Quién Pepe? ¿Hablas del perro o del vecino? Si es el vecino, ahora mismo hago graffitis en todo el vecindario y pongo que Pepe lo hizo.

—¡Pero por qué no estás tiesa!

TOKYO REVENGERS ||Ambos Por Todos||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora