Capítulo 9.

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Historia coescrita con la fabulosa Latilsita, sin ella la historia no sería ni la mitad de lo que es realmente.

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La mañana siguiente se había despertado gracias al calor que se iba extinguiendo a su lado. La vista después de eso fue lo único bueno de su día, lo aseguraba sin dudarlo. El Duque se había encontrado saliendo del baño con una provocadora toalla rodeando su cadera y otra en su cabello... pero, como dijo, fue lo único bueno.

Después de ese momento sólo llegaron las prisas, tal parecía que se habían dormido más tiempo del oportuno. Claro, más Harry que Tom, y por ende terminó corriendo de un lado a otro para lograr bañarse, cambiarse y desayunar con éxito.

Una vez en los caballos se dejó llevar. No sabía a dónde iban con claridad... al menos no lo hacía antes de reconocer las calles que cruzaban. Las casas comenzaron a ser iguales, de un ladrillo amarillo que hacía juego con ventanas y techos cafés. No quería admitir a dónde se dirigían, pero los caballos no parecían detenerse hasta no estar cerca del hogar más grande de Privet Drive.

Llegando a su antiguo hogar, una gran mansión que resaltaba con su nada humilde tamaño y por los hermosos colores que resaltaban en el jardín principal, Harry suspiró tratando de controlar sus nervios. Miró a su esposo, quien sólo le lanzó una rápida mirada antes de bajar de su caballo, dirigiéndose a su lado unos segundos después. Harry se dejó ayudar a bajar con cuidado, tampoco quería hacer el ridículo frente a los caballeros y, peor, frente a esa casa.

Harry quería imaginar que todo transcurría con normalidad para los Dursley, tal y como les gustaba. Desayuno en la mañana, una breve plática y una maleta lista para ir al trabajo; lo típico de todos los días. Cuando la puerta fue abierta después de unos toques, un Colin Creevey, sirviente que recién llegaba antes de que Harry se fuera, le dirigió una mirada sorprendida y algo nerviosa, tal vez dudando en dejarlos entrar o no.

Después de una dura mirada por parte de su esposo, Colin los comenzó a dirigir al interior de la mansión. Los instintos de Harry le decían que corriera, pero no pudo estar más que satisfecho cuando su esposo le dirigió una ligera mirada. Con un poco más de confianza comenzó su camino hacia dentro del hogar, notando algunas pocas diferencias que la casa tenía, como el leve polvo en la mesita de recepción y, ¡oh!, la planta fue cortada de mala manera.

Colin los condujo hasta la sala de visitas que poseían, ahí se encontraba su tía Petunia tomando té en su típica taza, la cual terminó bajando cuando notó la nueva presencia, llamando así la atención de su tío, quien se encontraba arreglando algo a no más de tres metros de Petunia.

Logró ver las miradas que se lanzaban los dos antes de que la sonrisa hipócritamente cortés de Petunia reluciera en su rostro.

Era extraño verlos tan sumisos, pero era fácil adivinar que la presencia de Tom y sus caballeros los intimidaba.

Su esposo se sentó con toda naturalidad y se quitó los guantes con una leve sonrisa. Los caballeros se colocaron a los lados de ambos. Harry se quedó congelado en el lugar. No quería sentarse allí.

—Tienen 20 minutos para seleccionar un objeto que llevarse —declaró su esposo. Harry lo miró confundido, y no era el único. Mentiría si dijera que no disfrutaba ver el bordó escalar en el cuello de su tío.

—Su Gracia, ¿qué…?

—¿Son mis palabras muy difíciles de comprender? Hasta los niños pequeños juegan con preguntas retóricas de qué se llevarían a lugares desérticos. ¿Alguna vez lo ha considerado? De toda esta casa llena de lujos, ¿qué es verdaderamente lo más importante?

La duquesa de Slytherin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora