Capítulo 3

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Maisie llevaba horas caminando, adentrándose en el bosque antes siquiera de que hubiera amanecido. Había pasado la noche subida a una rama alta y aunque apenas había pegado ojo, solo por simple hecho de haber descansado durante unas horas después de caminar hasta que la noche había caído completamente y se le había vuelto imposible ver algo en la oscuridad, le había hecho más llevadera la caminata.

Caminaba con cuidado, alerta por si algún animal salvaje pensaba en darse un banquete con ella, pero de haberse dado la ocasión, de haberse percatado de la presencia de un ser peligroso, aún así no sabía cómo se defendería de él. Estaba agotada e indefensa.

Echó la mirada al cielo y cálculo la hora por la posición del sol. Debían de ser las diez de la mañana. Justo cuando iba a suspirar, el estómago le gruñó, y ella se llevó una mano a éste. Se había pasado la noche escuchándolo hasta que había decidido calmarse, pero parecía volver a las andadas. Le volvió a gruñir y Maisie recordó el olor a chocolate caliente.

Se recordaba a sí misma sosteniendo una taza de éste por primera vez cuando tenía seis años, descubriendo lo que sería su perdición cuando ésta apenas había sido una nueva importación de... No recordaba de dónde. Pero recordaba los brillantes ojos azules de la chica que la había mirado apretando los labios con fuerza para no mostrar una sonrisa. También recordaba sus rizos castaños.

Cuando Maisie volvió a abrir los ojos, se dio cuenta de que había estado caminando, y que extrañamente, lo había hecho esquivando los árboles y demás naturaleza a su camino. Fue entonces cuando escuchó la melodía que antes sus oídos ya habían captado pero que hasta entonces no había asimilado. Parecía la voz de una mujer, que entonaba una canción de manera dulce y atrayente. Maisie no había detenido sus pasos, y con el cuerpo casi tirando de ella, siguió el sonido.

Ahora que lo pensaba, en realidad creía reconocer la voz, aunque como ya le parecía normal, no recordaba de quién era. Maisie se pisó los bajos del vestido y cayó de bruces contra el suelo, sin embargo, sin ni siquiera levantarse, ya había empezado a continuar con su marcha hacia la melodía, aunque a rastras. Se levantó y aunque algo la impulsó a comprobar sus rodillas por raspones y rozaduras, ya que le dolían, Maisie no fue capaz de mover las manos ni de pararse, de hecho, tampoco era ella la que se arrastraba hasta allí. Su cuerpo se movía sin su consentimiento.

Maisie emitió un gemido de miedo y reunió toda su fuerza de voluntad para dejar de moverse. Aún así, el cuerpo ya no le pertenecía. Sollozó cuando la vio, con las garras sujetas de una rama de uno de los tantos árboles.

La mitad superior de su cuerpo era de mujer, una humana, dadas las orejas redondeadas, y ciertamente era bellísima. Su rostro parecía de porcelana, pálido y pecoso, sus ojos eran grandes y oscuros, y sus mullidos labios estaban medio abiertos entonando. Lucía un ondulado cabello castaño que le llegaba hasta la cintura y que tapaba por un lado uno de sus pechos, el otro era visible, de un tamaño mediano y con la aureola rosada. La criatura no mostró ningún pudor. La parte inferior sin embargo, no era humana. Desde varios centímetros debajo del ombligo, la criatura presentaba un plumaje blanco que acababa al inicio de unas enormes patas de pájaro, con garras enormes que se encaramaban a la rama. Maisie tragó duró mirando frenéticamente hacia sus lados buscando una salida.

Maisie conocía criaturas como esa. Criaturas que vivían en las costas de las islas y que atraían a los marineros a sus playas con sus cantos, para luego matarlos y comérselos. Sin embargo, esa no estaba en la costa, o no mucho al menos, y no había ido buscando marineros, sino una viajera extraviada. Maisie se preguntó si su viaje terminaba allí, siendo devorada sin saber quién era.

La criatura cerró entonces la boca de pronto con el cuerpo tenso en advertencia, y giró la cabeza bruscamente, justo antes de que la misma Maisie se diera cuenta del nuevo monstruo, sin darle tiempo a huir de lo que se había abalanzado sobre ella.

Un reflejo de hiedra y nenúfaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora