Capítulo 6

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Tamlin las guió, o más bien guió a Morgan, ya que Maisie estaba inconsciente, hasta el comienzo del claro, en donde Rosehall se alzaba sobre las colinas de hierba verde brillante. Morgan intentó recobrar un poco el aliento mientras miraba con asombro la mansión. Era impresionante, por lo menos desde esa distancia, donde las hiedras, las grietas y el caos no era visible. Desde esa perspectiva, la mansión se veía como una vez se había visto, espléndida.

—Ve para la mansión y acomodaos, yo iré a por un curandero —explicó Tamlin dirigiéndose hacia el pueblo más cercano.

—¿No hay ninguno en la mansión? —pregunto Morgan. Tamlin no respondió, solo siguió andando. Morgan suspiró, pensando en el espectáculo que iba a dar en el poblado vestido de esa forma.

Morgan siguió el camino de tierra, pasando los árboles y el riachuelo, hasta las escaleras principales que llevaban hasta las puertas. A los lados, Morgan vio los rosales, que aunque habían sido hermosos un día, en ese momento las malas hierbas crecían por todas partes, y muchas de las rosas estaban muertas. 

Las puertas estaban abiertas. Por lo que Morgan no tuvo más que empujar hacia dentro y colarse entre ellas. Caminó varios pasos y se dirigió hacia la sala más cercana, un comedor. Morgan sonrió de oreja a oreja. Se acercó a la gran mesa de madera, con extrañas marcas de garras que surcaban la superficie, y dejó de la forma más delicada que pudo a Maisie en ella, entonces cayó de rodillas, agotada.

Se dejó descansar durante unos segundos, en los que recuperaba la respiración.

No había sido la primera vez. La primera vez en la que había cargado con alguien hasta que sus músculos casi habían cedido. Morgan había luchado en la guerra, y sus pesadillas aún la mantenían en aquel lugar, en donde había cargado con el cuerpo de alguien a quien había amado aún cuando éste había estado frío y muerto, pues no había podido dejarlo allí, tirado, solo, aunque solo fuera un cascarón vacío.

Se levantó, sacudiendo la cabeza para despejar la mente, y se inclinó sobre Maisie. Habían manchas de sangre en la ropa calada. Morgan desabrochó la camisa para ver el estado de sus heridas mientras esperaba a que su alto lord trajera la verdadera ayuda.

🌸🌸

Tamlin maldijo en voz baja mientras daba un paso detrás del otro. 

La hierba le cosquilleaba las piernas mientras sus pies descalzos se llenaban de tierra. Iba corriendo, no porque sintiera que les debía algo lo suficientemente grande como para que se preocupara de la salud de la hembra que le había atacado, sino pensando en que cuanto antes terminara con ello, mejor. 

Tamlin se detuvo, cerca del poblado. Tomó aire profundamente y cerró los ojos, buscando algo de la magia que había tenido que dominar él solo con el paso de los años y los siglos. Necesitaba cubrirse con un pequeño glamour que cambiara esa apariencia por la que no hacía mucho había tenido. No podía dar aquella impresión, con el cabello sucio y descuidado, el pecho al aire y unos pantalones que se tenía que sujetar con una mano para que no se le bajaran, ya que se le habían ensanchado con la transformación. Por lo menos, se los había puesto antes de salir.

Sin embargo, no ocurrió nada. Estaba demasiado cansado. La magia no acudía a él, no se amoldaba a sus comandos. Apretó su puño libre y alzó la barbilla. Sabía dónde vivía aquel hombre, el curandero que se había ocupado de no solo curarlo a él, sino a todo ser herido que entraba por las grandes puertas de la mansión. Había tenido a veces que pasarse cuando habían habido casos más severos que no aguantarían hasta la mansión.

Tamlin volvió a retomar la marcha, esta vez de forma más calmada. El poblado estaba apagado, muerto, la hierba se mecía y salía humo de las chimeneas, pero las puertas y ventanas estaban cerradas. Tamlin se adentró sin darle más vueltas y cruzó la plaza principal. Giró una calle y llamó a la puerta. Una y dos veces.

Un reflejo de hiedra y nenúfaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora