XIV

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Luisita volvió a intentar sacarla de allí. Se inclinó hacia abajo, tomó el brazo de Amelia y se lo colocó en su hombro mientras rodeaba su cintura con la mano que tenia libre pero, en el momento que ejercito fuerza en sus piernas para levantarla un pinchazo fuerte le atravesó las costillas haciéndola gruñir por el dolor. La volvió a recostar en el suelo muy despacio para que no se lastimara, y se incorporó mientras respiraba hondo intentando controlar las olas de dolor que le recorrían el cuerpo. Miró a su alrededor pensando en cómo sacar de allí a la morena de la manera mas rapida y facil, ya que no tenian mucho tiempo que perder, hasta que, de repente, una idea le llegó a la cabeza.

Salió del baño en busca del camarero que las estaba atendiendo antes de que ocurriera la desgracia pero, en el momento que puso pie en aquel espacio, notó la cabeza de un hombre desconocido subiendo por las escaleras. Sus alarmas de pelea se encendieron al instante y, rápidamente, sacó su pistola de la parte trasera de su vaquero y la apuntó hacia la persona que se acercaba con el dedo en el gatillo, hasta que conectó sus ojos con el chico y lo identificó; era el camarero que andaba buscando y venía con dos platos de comida en las manos. La rubia suspiro aliviada pero, aún así, mantuvo la pistola en la misma posición, mientras que, por otro lado, el chico, al ver al matón inconsciente tirado en el suelo y a Luisita apuntándole amenazantemente con el arma, tragó seco al tiempo que cada célula en su cuerpo se congelaba, frenando sus pasos de golpe en la otra esquina del salón, a unos cuantos pasos de las escaleras. Sus ojos se abrieron cómicamente y varias gotas de sudor le corrieron por las mejillas a la vez que apretaba las nalgas con fuerza tratando de no cagarse por el miedo.

- No te muevas o disparo. - dijo Luisita con tono amenazante.

- Yo, yo, yo, no me mate, por favor, se lo pido, por favor, no me mate. - suplicó el camarero con las manos temblorosas.

- Coloca los platos en esa mesa. - ordenó Luisita señalando a una mesa en su izquierda con el arma. - No quisiera que la comida se desperdicie.

- Si, si, si. - contestó el chico. Dio dos pasos con el cuerpo totalmente tembloroso y lentamente dejó los platos encima de la mesa para después subir las manos hacia arriba. - No me mate, por favor, yo no quiero morir, no puedo morir, tengo una gatita en casa que depende de mi y tambien yo...-

- ¡Silencio! - lo interrumpió la ex-policía, el camarero tragó seco y asintió. - ¿Cómo te llamas?

- ¿Eh? Yo... mi nombre... eh...yo...¡ejem! - Carraspeó. El hombre intentaba formular las palabras necesarias para responder la pregunta pero cada una moría en su garganta por el miedo tan petrificante que sentía.

- Si, tu nombre. - dijo Luisita para que continuara. El chico permaneció en silencio. - Joder, ¡que me digas tu puto nombre, carajo! - exigió en voz alta, pero al ver que solo conseguía asustarlo decidió hablar en un tono más suave. - ¿Cómo te llamas? - preguntó nuevamente.

- Me llamo Ramon Enriquette Carlos Solar Gonzalez. - respondió asustado, Luisita frunció el ceño.

- Tantos nombres en ese nombre, ¿no crees? - no pudo evitar comentar algo acerca de lo que había oído.

- Si, bueno...mis padres eran muy creativos. - La rubia sonrió.

- Acércate a mí y por favor, no trates de hacer nada, yo no quiero lastimarte.

- ¿Me va a disparar?

- No. Al menos que me des razones para hacerlo. - advirtio.

- Está bien, ahí voy, por favor, no dispare. - Con la lentitud de una tortuga el chico se fue acercando a la rubia paso a paso hasta quedar enfrente de ella, a unos pocos centímetros.

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