XVI

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- [...] Follame...


Luisita la miró con una intensidad penetrante, incrédula ante lo que había escuchado, indecisa por no saber que hacer. Sus pupilas se dilataron instantáneamente y la boca se le secó de golpe, ansiando poder saciar su sed con la lengua de su acompañante. Nuevamente desvió la vista de sus ojos hasta sus labios y los observó con ganas. El tiempo se paralizó por unos segundos, una corriente eléctrica le sacudió todo el cuerpo y sin poder esperar más tiempo...

Se lanzó a sus labios con ímpetu, la besó con necesidad, con el hambre que había sentido por ella esos dos últimos años. Enredó los dedos en su cabello rizado y le mordió el labio inferior con rabia. La morena soltó un gruñido mezclado con dolor y placer y se aferró al cuerpo de la rubia con todas sus fuerzas, envolviendo los brazos en su cuello, atrayéndola más hacia sí, pegándose a ella con necesidad, tratando de fundir sus cuerpos en uno solo.

De un momento a otro, la temperatura en aquella habitación aumentó, quemandoles la piel, empezaron a besarse con desesperación, como si esa fuera la última vez que lo harían, la ex-detective la empotro contra la puerta y se pegó a ella sin dejar la más mínima distancia entre sus cuerpos mientras continuaba devorandole la boca. Amelia jadeo por el deseo frenético que se apoderó de ella, y se entregó por completo, se dejó hacer sin resistencia alguna, queriendo volver a sentir la misma adrenalina arrebatadora que sintió cuando la besó aquella noche en la playa.

Continuaron besándose, liberando todos los deseos reprimidos. Luisita la besaba con todas las ganas que había contenido y Amelia, le devolvía el beso con la misma intensidad, con todas esas ganas que ni siquiera entendía porque las tenía, ya que, a su entender, a ella no le gustaban las mujeres, aunque era ya más que obvio que Luisita si le gustaba y la rubia no era solo cualquier mujer, era ESA mujer...la que logró descolocar todos sus pensamientos desde el momento que se cruzó con ella.

La rubia guió sus brazos desesperadamente por cada rincón de la piel de la de rizos, la exploró detenidamente, recordando cada lugar que ya se sabía de memoria, hasta que empezó a subir y llegó a sus pechos, los cuales amaso con fuerza ganando un gemido por parte de Amelia. Luisita continuó apretándole los pechos mientras colocaba una pierna entre las piernas de la morena y presionó con fuerza en su centro a través de la tela de sus vaqueros ajustados. Amelia volvió a gemir, esta vez más alto, multiplicando el deseo de la rubia por querer escuchar una y otra vez esa melodía mágica que tanto extrañaba. Desde el restaurante, la tensión entre ellas se profundizó de una manera inexplicable, creando un ambiente visiblemente incómodo. Se transformaron en dos bombas atómicas con tiempo de detonación y ahí estaban, en ese momento, explotando juntas en una pasión que las llevaba, a cada segundo, al abismo de lo incorrecto.

- Joder, Luisita...- dijo Amelia entre jadeos. Sin saber muy bien qué hacer con sus manos, las bajó hasta el trasero de la rubia, le agarró las mejillas del culo y las apretó con fuerza haciendo que se pegara más a su cuerpo si eso era posible. Lo único que se escuchaba en aquella habitación eran las respiraciones descompasadas y la mezcla de salivas mientras se atacaban la boca la una a la otra y peleaban entre sí con sus lenguas queriendo ambas ganar esa batalla. Poco a poco les fue faltando más la respiración hasta que tuvieron que separarse, el pecho les subía y bajaba frenéticamente mientras se miraban a los ojos y se encontraban en sus miradas. Luisita sonrió ante la lujuria proyectada en las pupilas de la morena y, poniendo mas presión en el centro de esta con la rodilla, fue bajando su mano por sus pechos, luego su estomago, hasta llegar al broche del cinturón de sus vaqueros, el cual deshizo rápidamente para después desabotonar su pantalón y introducir la mano directamente hacia ese lugar donde mas ansiaba, encontrándose con el sexo caliente de Amelia y la humedad, cual cataratas del Níagara, estaba arrasando con la tela de sus bragas.

Lo Que EncontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora