Comienza la Guerra 2/2

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Parte 3

Las enormes barreras negras se comenzaron a deshacer y permitieron ver lo que ocurría detrás.

Había dos figuras en el aire, una de cabello blanco equipada con una armadura ligera reluciente y una capa de color azul, y otra vestida enteramente de negro y con la cabeza cubierta por un casco.

La escena causó conmoción ante todo el que la presenciaba. Por un lado, la gente de Azeshion reconocía la espada legendaria y el poder mágico de su portador. Era el Héroe Kanon. Había vuelto a salvar a la humanidad ante el terror del Rey Demonio. Por otro lado, estaban las tropas de Dilhade, quienes atónitas contemplaban a su Rey vencido a manos del enemigo.

Pasaron algunos instantes para ver movimiento entre las dos figuras.

El Rey Demonio, Avos Dilhevia, levantó sus manos y habló directamente a su gente.

—¡Todas las tropas, retirada! ¡No permitiré que se tomen represalias contra los humanos hasta que me vuelva a reencarnar! ¡Vivan, compañeros! ¡Y aguarden al regreso de su Rey Demonio!

Al terminar de hablar, el Héroe sacó su espada del Rey Demonio. La sangre salió y, junto con su cuerpo, su raíz se consumió.

El Rey Demonio había caído.

Levantando la espada por encima de su cabeza, el Héroe proclamó la muerte del comandante enemigo y el consecuente final del conflicto.

Parecía que todo había acabado realmente. El líder de la fuerza principal de Dilhade ordenó también la retirada y anunció que esperarían apostados en la capital al Rey Demonio. La cuestión es que el conflicto no era solo entre infernales.

Las tropas humanas también deponían poco a poco las armas en preparación de su retirada, pero un elemento suyo no estaba conforme; Diego.

Con gran desesperación gritaba a sus hombres que no se dejasen engañar, pues aquel "Héroe" era un infernal y debían eliminar a los infernales. Al notar que no le hacían caso, recurrió al arma "secreta" del Reino, los clones de batalla que recibían el nombre de Zeshia.

Las órdenes eran simples, debían destruir sus raíces y aniquilar así a sus enemigos. Aquel ejército sin aparente voluntad propia permanecía inexpresivo mientras el círculo de activación de «Gavel» brillaba en su pecho.

Una sonrisa llenaba el rostro de Diego al ver una oportunidad de cumplir con su cometido, pero aún no daba la orden de despliegue; abertura que fue aprovechada por otra parte que abogaba por el final de la absurda batalla, Eleonor, quien le alegaba que aquellas emociones que lo atormentaban no eran suyas, pues ni él ni ningún humano actual había perdido nada por culpa de los infernales. Lamentablemente, incluso los argumentos más válidos no sirvieron ante el odio irracional que había en él.

Perdido en la locura, poco a poco su rostro comenzó a deformarse. Sus ojos, inyectados en sangre, se pusieron en blanco y temblaba de la ira. Su voz se rompía y desgarraba su garganta cada vez que gritaba una y otra vez que acabaría con cada infernal uno a uno.

Lo que estaba ahí ya no era un héroe, ni siquiera parecía humano.

Mientras se retorcía en agonía, de su cuerpo comenzó a emerger un aura extraña que comenzó a proyectarse hacia el cielo. La voz de Diego se fue apagando y, como un eco de su desesperación, su mensaje seguía siendo audible en toda la zona. —Mátalos, mata a todos los infernales—.

El aura que salió de Diego parecía arrebatarle la vida, pues una vez dejó de salir, él simplemente se desplomó. Pasaron algunos segundos en que aquella luz brilló en el cielo. Después se comenzó a expandir hasta que tomó una forma definida. Era el sello de «Asku».

Amor Real - Maou GakuinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora